El circo de la diplomacia mundial vuelve a actuar en la ONU

En un espectáculo que ya huele a naftalina, el Consejo de Seguridad de la ONU prepara su enésima función de “paz mundial” con el mismo guión de siempre: grandes potencias interpretando el papel de bomberos pirómanos. Rusia y China, esos campeones de los derechos humanos (según sus propios discursos), lideran junto a Pakistán el coro de “cese al fuego” en Oriente Medio, mientras reparten caramelos diplomáticos en forma de borradores que saben terminarán en el basurero del veto.

El domingo, el teatro neoyorquino albergará la tercera función de esta tragicomedia geopolítica, donde Estados Unidos -protagonista indiscutible de los bombardeos “accidentales” a instalaciones nucleares- hará lo que mejor sabe: ignorar las ovaciones del público (léase: votos en contra) y sacar su poder de veto como quien saca un billete falso en el monopoly de la geopolítica. Irán, por su parte, hace su mejor interpretación de víctima ofendida, olvidando convenientemente que su programa nuclear es tan pacífico como un oso polar en un iglú.

Mientras tanto, la delegación de Guyana, en su fugaz momento de fama como presidenta del Consejo, organiza la reunión con la eficiencia de un burócrata que sabe que su nombre nadie lo recordará mañana. Los diplomáticos intercambian miradas cómplices y documentos que valen menos que el papel en que están impresos, en un ritual donde lo único predecible es la impunidad de los poderosos.

Y así, entre vetos cruzados y condenas selectivas, el circo de la diplomacia internacional sigue girando, demostrando una vez más que en la ONU, la única cosa que realmente se “une” son los intereses particulares de quienes jamás sufrirán las guerras que votan.