El circo geopolítico regresa al patio trasero

El circo geopolítico regresa al patio trasero

La tensión aumenta entre Washington y Caracas.

Washington, EU.- En un espectáculo de fuerza que sólo podría describirse como terapia ocupacional para marines aburridos, los infantes de marina estadounidenses realizaron ejercicios de adiestramiento en Puerto Rico, mientras la maquinaria bélica norteamericana derribaba otra embarcación de presuntos narcotraficantes en el Caribe, enviando al fondo del mar a tres almas desprevenidas.

La tensión geopolítica entre Washington y Caracas alcanza niveles de tragicomedia, con Moscú enviando mensajes dignos de un esquizofrénico geopolítico: por un lado, una condena firme al uso excesivo de la fuerza militar en operaciones antidrogas y un llamado a evitar nuevos conflictos; por otro, la amenaza velada del posible envío de misiles rusos a Caracas y potenciales “sorpresas” para Estados Unidos, como si se tratara de una temporada especial de Game of Thrones nuclear.

El último capítulo de este reality show imperial es un video publicado por el Comando Sur de Estados Unidos que muestra a la 22a Unidad Expedicionaria de Marines realizando “operaciones de entrenamiento en Puerto Rico”, porque nada dice “lucha contra el narcotráfico” como desembarcos anfibios con apoyo de helicópteros.

Las imágenes, descritas como “casi cinematográficas” por quienes nunca han visto una película, muestran un medio anfibio transportando tropas, vehículos y equipo en una misión que, según los guionistas del Pentágono, está destinada a “combatir el narcotráfico y proteger la patria”. Porque todos sabemos que los cárteles de la droga se defienden con submarinos nucleares y portaviones.

El objetivo declarado sigue siendo la lucha contra los cárteles, pero la concentración de personal y equipo sugiere algo más grandioso: el renacimiento de la Doctrina Monroe, ese venerable principio decimonónico que establece que América Latina es el patio de recreo exclusivo de Estados Unidos.

Otra señal alarmante es que el ejército estadounidense está modernizando una base naval en el Caribe, abandonada tras la Guerra Fría, como si desempolvaran un juguete viejo para una nueva temporada de intervencionismo. Las obras en la ex base naval de Roosevelt Roads en Puerto Rico -cerrada por la Armada hace más de 20 años- estaban en marcha cuando las cuadrillas comenzaron a despejar y repavimentar las vías de acceso a la pista, porque nada dice “paz y estabilidad” como preparar pistas de aterrizaje para posibles operaciones en Venezuela.

Hasta su retirada en 2004, Roosevelt Roads era una de las mayores bases navales estadounidenses del mundo. La base ocupa una ubicación estratégica y ofrece un amplio espacio para concentrar equipos, porque en el siglo XXI lo que realmente necesitamos son más símbolos de imperialismo rejuvenecido.

“Creo que todas estas maniobras están diseñadas para desestabilizar el régimen de (Nicolás) Maduro y a los generales que lo rodean, con la esperanza de crear divisiones internas”, declaró Christopher Hernandez-Roy, investigador principal del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington, en lo que constituye la declaración más obvia desde que alguien afirmó que el agua moja.

Según algunos medios estadounidenses, el objetivo podría ser forzar a Maduro al exilio o inducir a alguien de su círculo a traicionarlo, porque si hay algo que Estados Unidos valora más que la democracia es un buen golpe de estado patrocinado.

Mientras tanto, el Departamento de Justicia informó al Congreso que el gobierno de Trump puede continuar sus redadas contra presuntos narcotraficantes en Latinoamérica y que no está sujeto a la Resolución sobre Poderes de Guerra de 1973, esa molesta ley aprobada tras Vietnam para prevenir otro conflicto prolongado y no declarado. Porque, seamos sinceros, ¿quién necesita controles y equilibrios cuando se tiene un patio trasero que dominar?

El plazo vence el lunes, después de que el Pentágono haya llevado a cabo al menos 15 ataques contra embarcaciones de presuntos contrabandistas desde el 4 de septiembre, con un balance de 64 muertos. Pero no se preocupen, según Elliot Gaiser, jefe de la Oficina de Asesoría Legal del Departamento de Justicia, estos ataques no se ajustan a la definición de “hostilidad” según la ley, en parte porque los miembros del servicio militar estadounidense no corren peligro. Es la definición perfecta de hostilidad unilateral: nosotros disparamos, ellos mueren, pero como no nos disparan, técnicamente no es hostil.

En cambio, se trata de un “conflicto armado no internacional” contra narcotraficantes para garantizar la seguridad nacional. Si el objetivo fuera un cambio de régimen, el intento de Trump no sería muy diferente del intento (inicial) de Vladimir Putin en Ucrania, reviviendo la antigua Doctrina Monroe, esa reliquia jurídica que autorizaba a Estados Unidos a intervenir militarmente en el continente para “mantener el orden” en su “patio trasero”. Porque en el gran teatro de lo absurdo geopolítico, nada supera el espectáculo de una superpotencia que juega a la policía del mundo mientras ignora sus propias leyes.

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