El día del perdón profanado por la intolerancia en Manchester
En el sublime teatro de la civilización occidental, donde las sociedades se precian de haber superado los oscuros fantasmas de la intolerancia, un individuo decidió ofrecer una representación particularmente grotesca durante la jornada más sagrada del calendario hebreo. Mientras la comunidad judía se congregaba para el Yom Kipur, ese día de expiación y reflexión, un energúmeno eligió la sinagoga de Manchester como escenario para su propia y macabra ceremonia expiatoria.
El ritual comenzó con un automóvil convertido en ariete contra la multitud, seguido por el ancestral arte de la cuchillada. Dos almas partieron prematuramente hacia su creador, mientras tres más quedaron marcadas por el hierro del fanatismo. La policía, en su infinita sabiduría burocrática, declaró el protocolo “Platón” -qué apropiado nombre para una realidad tan alejada de la idea pura de la convivencia- aunque se abstuvo prudentemente de emplear la palabra “terrorismo”, ese sustantivo que tanto incomoda a la corrección política contemporánea.
Las crónicas relatan cómo el agresor, tras su piadosa labor de acuchillamiento, pretendía ingresar al templo armado con artefactos explosivos. ¡Qué devoción más peculiar la de quien busca la casa de Dios convertido en proyectil humano! Los agentes armados, demostrando esa eficacia terminal tan característica de nuestra época, resolvieron el dilema teológico-filosófico mediante el expediente balístico.
Desde las altas esferas del poder, el primer ministro Starmer manifestó su “horror” -esa emoción tan útil para los comunicados de prensa- mientras el monarca Carlos III expresó su “conmoción y tristeza”. Las declaraciones de condolencia fluyeron con la previsible solemnidad de quien descubre que el agua moja, como si la violencia antisemita fuese un fenómeno meteorológico impredecible y no el fruto podrido de ideologías que hemos permitido fermentar en las alcantarillas del discurso público.
“El hecho de que esto haya ocurrido en Yom Kipur, el día más sagrado del calendario judío, lo hace aún más espantoso”, declaró Starmer con esa capacidad de observación que tanto caracteriza a nuestra clase política.
Mientras tanto, las estadísticas del Community Security Trust revelan el esperpéntico progreso de nuestra era ilustrada: más de 1.500 incidentes antisemitas en el primer semestre, la segunda cifra más alta de la historia reciente. ¡Qué logro para nuestra sociedad multicultural! Hemos perfeccionado el arte de condenar la intolerancia mientras cultivamos meticulosamente sus semillas.
Manchester, esa ciudad que ya conocía el sabor amargo del fanatismo tras el atentado de 2017, vuelve a ofrecer al mundo otra lección sobre cómo las sociedades libres pueden coexistir armoniosamente con sus propios verdugos. En este circo de locura donde lo sagrado se profana y la piedad se convierte en blanco, solo cabe preguntarse: ¿de qué debemos pedir perdón exactamente en este Yom Kipur colectivo?