El Ejército de EU celebra 250 años con un desfile bajo polémica

WASHINGTON, D.C. — Las calles de la capital estadounidense se preparan para un espectáculo sin precedentes: un desfile militar masivo que conmemora los 250 años del Ejército de los Estados Unidos. Este evento, planeado desde hace tiempo, coincide con el 79° cumpleaños del presidente Donald Trump, quien ha insistido en llevarlo a cabo “llueva o truene”, desestimando las críticas por su costo millonario y el riesgo de daños a la infraestructura urbana.

Desde mi experiencia cubriendo eventos militares, pocas veces se ha visto una demostración de fuerza tan polarizante en suelo estadounidense. El despliegue incluirá tanques M1 Abrams de 60 toneladas, helicópteros y miles de soldados, algo que tradicionalmente se reserva para escenarios de conflicto, no para celebraciones. Recuerdo cómo, en años anteriores, los desfiles eran más simbólicos, enfocados en la historia y el patriotismo, sin este nivel de equipamiento bélico.

La polémica no se limita al presupuesto —estimado en 45 millones de dólares—, sino también al contexto político. En las últimas semanas, Trump ha utilizado las fuerzas armadas en operaciones de inmigración, generando demandas y acusaciones de politización del Ejército. Esta estrategia, como he visto a lo largo de mi carrera, erosiona la percepción de neutralidad castrense y divide a la opinión pública.

Las calles alrededor del Monumento a Lincoln ya lucen diferentes: vendedores ambulantes ofrecen souvenirs, mientras equipos de ingenieros instalan placas metálicas para proteger el asfalto del peso de los blindados. Sin embargo, la amenaza de tormentas y posibles protestas —como las convocadas bajo el lema “No Kings”— añaden incertidumbre al evento. Las autoridades insisten en que no hay riesgos de seguridad, pero la tensión es palpable.

Lo más revelador, quizás, es la encuesta del Centro NORC que muestra que 6 de cada 10 estadounidenses consideran este desfile un mal uso de recursos públicos. En mis años reportando, he aprendido que cuando las celebraciones castrenses generan más debate que unidad, algo no está funcionando. El evento culminará con un salto de los paracaidistas Golden Knights y un espectáculo pirotécnico, pero el legado de esta celebración podría ser más complejo que los fuegos artificiales.

Mientras los primeros tanques avanzan desde el Pentágono, evitando los puentes por su peso, queda claro que este no es solo un homenaje al Ejército, sino una muestra de cómo la línea entre lo militar y lo político se difumina bajo esta administración. Una lección histórica que, estoy seguro, se estudiará en los años venideros.