El Gran Teatro Geopolítico de la Cooperación Forzosa

En un giro cómico digno del más absurdo teatro del esperpento, el Gran Director del Celeste Imperio Corporativo-Estatal, Xi Jinping, proclamó solemnemente su inquebrantable respeto por la “voluntad de las empresas”. La declaración surgió tras un intercambio de delicias diplomáticas con el Emperador del Reality Show Global, Donald Trump, en una conversación que ambos calificaron de “positiva” y “constructiva”, adjetivos que en el novedoso idioma de la realpolitik significan “no nos hemos lanzado misiles… por ahora”.

El Mandatario chino, con la cara más seria que un funcionario en un congreso del Partido, advirtió a su homólogo estadounidense que debería abstenerse de aplicar “medidas unilaterales y restrictivas” en el comercio. Dicho en el lenguaje común de los mortales: “Juega con mis reglas o no juegas”. Subrayó, con un guiño que podría paralizar la economía de una nación mediana, la imperiosa necesidad de “aliviar tensiones”, lo que se traduce elegantemente como: “compren más de nuestros productos y dejen de quejarse”.

Xi, maestro en el arte de la parábola capitalista-comunista, esbozó una idílica visión donde ambos colosos pueden “prosperar juntos”, una suerte de feliz matrimonio de conveniencia donde el respeto mutuo y la coexistencia pacífica son el nuevo nombre del “temor mutuo y la destrucción asegurada”.

Por su parte, el Magnate de Mar-a-Lago, en un arrebato de coherencia negociadora que dejó perplejos a propios y extraños, se comprometió a “apoyar las negociaciones económicas”. Es decir, prometió no subir más aranceles… al menos hasta el próximo tuit matutino. Afirmó que la cooperación podría impulsar la “paz y la estabilidad”, un eufemismo brillante para describir la paz tensa de quien vigila a su socio por si intenta quedarse con todo el pastel.

El momento culmen de esta ópera bufa llegó cuando el líder chino, en un ejercicio de reescritura histórica que haría palidecer a Orwell, recordó que China y Estados Unidos fueron aliados en la Segunda Guerra Mundial. Una afirmación técnicamente cierta, si se omite convenientemente el pequeño detalle de que el régimen actual no era exactamente el de entonces, y que se luchó “codo con codo” en la misma medida en que un tiburón y una rémora nadan juntos: con intereses radicalmente opuestos.

Trump, no queriendo ser menos, elogió el desfile conmemorativo chino, calificándolo de “espectacular”. Y lo es. Pocos espectáculos en el mundo muestran con tanta claridad la delgada línea entre la conmemoración de una tragedia histórica y la exhibición de potencial para la siguiente.

Finalmente, el presidente estadounidense coronó el diálogo declarando que la relación bilateral entre ambos países es la “más importante del mundo”. Una verdad de Perogrullo que equivale a afirmar que el elefante y el dragón en la misma habitación tienden a llamar la atención. Un pacto de gigantes donde la voluntad de las empresas es tan libre como el aire en una sala de reuniones a puerta cerrada.

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