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Internacional

El hospital abandonado que expone la hipocresía del sistema de salud

Un senador republicano desafía a su partido mientras un hospital fantasma revela el costo humano de los recortes.

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El nosocomio del condado de Martin, ahora más solitario que un político honesto, yace tras una cadena oxidada desde que lo abandonaron como a una promesa electoral incumplida.

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Mientras los pacientes ya no desfilan por esta sala de emergencias —quizá porque prefieren morir en casa antes que esperar una ambulancia que nunca llega—, este edificio desolado se ha convertido en el monumento perfecto a la genialidad de la política estadounidense: recortar Medicaid para salvar vidas, como ponerle fuego a un hospital para calentar a los enfermos.

El Martin General es solo uno de los doce nosocomios que Carolina del Norte ha sacrificado en el altar del “libre mercado”, donde los pobres tienen la libertad de elegir entre morir de diabetes o de apendicitis. Los expertos advierten que, si se aprueban los recortes de solo un billón de dólares, los pacientes rurales podrían verse obligados a viajar hasta 30 minutos para recibir atención médica… si es que aún tienen gasolina después de pagar sus primas de seguro.

El senador Thom Tillis, en un arrebato de lucidez tardía —o quizá de remordimiento preelectoral—, declaró que su partido estaba a punto de “traicionar una promesa”. ¡Vaya novedad! Como si los políticos no hicieran eso cada mañana antes del desayuno. Tillis, junto a otros dos republicanos que accidentalmente leyeron un informe sobre mortalidad infantil, votaron en contra del proyecto, demostrando que incluso un reloj descompuesto acierta dos veces al día.

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Mientras tanto, el entonces gobernador Cooper señaló con el dedo —esa herramienta favorita de los políticos cuando no hay dinero para soluciones— acusando al estado de no expandir Medicaid a tiempo. Claro, porque en la gran tradición estadounidense, siempre es mejor actuar después de que el paciente haya muerto.

Hoy, con más de 673.000 personas inscritas en Medicaid, Carolina del Norte celebra su expansión como quien festeja haber comprado un extintor… cuando la casa ya es ceniza. Y mientras los legisladores estatales buscan fondos entre los cojines del Capitolio, el Martin General sigue en pie: un recordatorio mudo de que en este país, la salud es un privilegio, no un derecho… a menos que seas un banco demasiado grande para quebrar.

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