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Internacional

El ICE lanza una campaña masiva de reclutamiento con bonos millonarios

Una campaña agresiva busca reforzar las filas del ICE con incentivos económicos y retórica patriótica.

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Agentes federales en MacArthur Park, el lunes 7 de julio de 2025, en Los Ángeles.

En un movimiento audaz que redefine la estrategia de aplicación migratoria, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) ha desplegado una campaña de reclutamiento sin precedentes. Con un discurso que evoca el patriotismo de la Segunda Guerra Mundial, la agencia busca incorporar a “héroes modernos” dispuestos a defender la frontera en medio de una expansión histórica de su presupuesto.

La narrativa oficial, reforzada por imágenes de vehículos blindados y agentes con equipo táctico, contrasta con las críticas de activistas que denuncian tácticas intimidatorias. ¿Es esta la evolución natural de la seguridad nacional o un retroceso a políticas de mano dura? La respuesta podría estar en los números: con $76.500 millones asignados, el ICE planea quintuplicar su capacidad operativa, incluyendo la contratación de 10.000 nuevos agentes especializados en deportaciones exprés.

Kristi Noem, Secretaria de Seguridad Nacional, describe esta iniciativa como “un llamado histórico al servicio”, mientras ofrece incentivos irresistibles: bonos de $50.000, condonación de préstamos y horas extras ilimitadas. Una estrategia que mezcla el pragmatismo económico con la retórica nacionalista, creando un cóctel explosivo en el panorama político actual.

Este despliegue de recursos plantea preguntas incómodas: ¿Puede monetizarse el patriotismo? ¿Convierte esta campaña la deportación en una industria floreciente? Mientras los think tanks debaten estos dilemas éticos, las calles de ciudades como Los Ángeles ya ven el rostro concreto de esta política: equipos de intervención rápida realizando detenciones que parecen más propias de operaciones militares que de control migratorio.

La paradoja es evidente: en la era de la automatización, el gobierno está contratando masivamente humanos para tareas de vigilancia. Una apuesta arriesgada que podría redefinir no solo las fronteras físicas de EE.UU., sino los límites mismos entre seguridad nacional y libertades civiles.

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