La Armada del Ejército Popular de Liberación de China confirmó este viernes el tránsito inaugural de su nuevo coloso naval, el portaaviones Fujian, a través del estratégico estrecho de Taiwán. Este cuerpo de agua, de profundo calado geopolítico, separa la China continental de la isla de Taiwán, un territorio autónomo que Pekín reclama de manera irrevocable como parte integral de su nación.
Desde mi experiencia analizando la diplomacia naval, cada movimiento de un buque de esta envergadura es un lenguaje en sí mismo. El paso del Fujian, aún en su fase de pruebas marítimas previas a su alistamiento operativo, transmite un mensaje de soberanía y capacidad técnica incuestionable, dirigido tanto a audiencias domésticas como internacionales. Aunque las autoridades chinas minimizaron cualquier intención hostil, afirmando que sus actividades no estaban dirigidas contra terceros, la elección de la ruta no es casual. Un canal de medios afiliado al Estado citó a un analista estratégico señalando que el estrecho constituye la vía “normal, más razonable y eficiente” para acceder al Mar de China Meridional, donde el buque realizará entrenamientos y experimentos científicos. Sin embargo, quienes hemos seguido de cerca estas dinámicas sabemos que la eficiencia logística rara vez se disocia de la señalización política.
Este despliegue adquiere su máxima dimensión cuando se contextualiza. La Marina de los Estados Unidos y algunos de sus aliados, como Canadá y Australia, realizan periódicamente tránsitos de libertad de navegación por la misma vía, actos que Pekín interpreta como advertencias directas contra cualquier intento de resolver por la fuerza el estatus de la isla. La reacción china a estos movimientos es predeciblemente firme; la semana pasada, su ejército declaró estar en “alerta máxima” tras el paso de una fragata canadiense y un destructor australiano, acusándolos de llevar a cabo “medidas provocadoras” que elevan los riesgos para la seguridad regional.
El Fujian no viaja solo. Fue avistado por primera vez por las Fuerzas de Autodefensa de Japón el jueves por la tarde, navegando hacia el suroeste acompañado por dos destructores de misiles guiados, a unos 200 kilómetros de las disputadas islas Senkaku (Diaoyu para China), otro punto caliente en la cartografía de las tensiones asiáticas.
Este viaje marca la novena prueba en mar abierto del buque desde mayo de 2024, lo que ha avivado la especulación entre los observadores de defensa sobre su inminente puesta en servicio oficial. El Global Times, citando a expertos, sugiere que podría ocurrir a finales de este año, siguiendo el patrón establecido por su predecesor, el Shandong, que fue comisionado un mes después de su primer tránsito por el estrecho de Taiwán en ruta al Mar de China Meridional.
La incorporación del Fujian, el tercer y más avanzado portaaviones de China después del Liaoning y el Shandong, representa un salto cualitativo en la proyección de poder naval del país. Lecciones aprendidas a lo largo de décadas nos enseñan que estos desarrollos no se producen en el vacío. Cada nuevo eslabón en la cadena de capacidades militares altera el equilibrio de percepciones y poder en la región, recordándonos que en el tablero geopolítico, la diplomacia y la disuasión navegan, con frecuencia, en la misma flota.