El progreso ilegal sepulta a la juventud en Java

Foto: Agencia AP.

En un sublime acto de fe en la gravedad, al menos 91 discípulos permanecen sepultados bajo un monumento al hormigón maldito, casi cuarenta y ocho horas después de que el edificio de una madrasa decidiera inclinarse hasta el suelo en un arrebato de humildad estructural.

Más de tres centenares de salvadores ejecutan una coreografía desesperada para liberar a los supervivientes, luego de que la edificación se postrara sobre centenares de almas, predominantemente adolescentes varones, que en ese instante elevaban sus plegarias vespertinas en la centenaria escuela coránica Al Khoziny. La institución, en un arranque de ambición piadosa, se encontraba sometiéndose a una expansión no autorizada, como si los reglamentos de construcción fueran meras sugerencias del infiel.

El destino ha cobrado ya el tributo de tres educandos, mientras un centenar más yacen lesionados, muchos con traumatismos craneoencefálicos y fracturas óseas, heridas que parecen alegorías demasiado literarias de un sistema quebrado.

La siempre puntual Agencia Nacional de Gestión de Desastres realizó la milagrosa conversión de 3 desaparecidos en 91 presuntos enterrados en cuestión de horas, demostrando que la burocracia puede ser tan ágil como un derrumbe cuando se trata de malas noticias.

Las autoridades confirman que al menos seis infantes aún respiran bajo el mausoleo de escombros, aunque la operación de búsqueda y rescate se ve entorpecida por losas colosales y restos inestables. Existe maquinaria pesada disponible, pero se mantiene en reposo por el temor fundado a que pueda provocar un segundo colapso, porque nada sostiene mejor una estructura fallida que dejarla exactamente como está.

Los equipos de auxilio han convertido las grietas en cordones umbilicales, suministrando oxígeno, agua líquida y alimentos a través de estrechas aberturas para preservar la existencia de los atrapados, en un conmovedor esfuerzo por mantener con vida lo que la negligencia intentó suprimir.

Los estudiantes afectados eran en su mayoría varones con edades comprendidas entre los 12 y los 18 años. Las mujeres, que oraban en una sección diferente del complejo, lograron escapar ilesas, según los relatos de los afortunados, en un guion que parece escrito por un dramaturgo misógino o un ironista cósmico.

La estancia de devoción original contaba con dos niveles, pero se le estaban incorporando dos adicionales sin la debida licencia, según confirman las autoridades. Los investigadores policiales sugieren que, al parecer, los cimientos se negaron a soportar el peso de dos nuevas plantas de concreto, colapsando durante el proceso de colada, en lo que solo puede describirse como un acto de insubordinación material contra el progreso ilegal.

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