Una Línea Roja en el Capitolio: Lecciones de un Pulso de Poder
Desde estas tribunas, he sido testigo de cómo el delicado equilibrio de poderes se pone a prueba en momentos de tensión internacional. Lo que vivimos este jueves en el Senado no es solo un voto; es el reflejo de una lección aprendida a fuego a lo largo de décadas: cuando el Congreso abdica de su autoridad constitucional en materia de guerra, las consecuencias pueden ser impredecibles y profundas.
WASHINGTON.- El hemiciclo del Senado se convertía este jueves en el escenario de una confrontación institucional crucial. Se votaba una enmienda que restringiría la capacidad del presidente Donald Trump para iniciar una acción militar contra Venezuela, una respuesta directa a la presión de los demócratas para que el Legislativo adoptara una postura más firme frente a la campaña de la Casa Blanca contra el gobierno de Nicolás Maduro.
En mi experiencia, cuando legisladores de ambos partidos, incluidos miembros del liderazgo republicano, exigen de forma unánime más información sobre operaciones militares—en este caso, contra presuntas embarcaciones narcotraficantes en el Caribe y el Pacífico oriental— es porque la desconfianza ha traspasado la línea partidista. Es una señal de alarma que no se puede ignorar.
La votación, que en esencia bloquearía una ofensiva en territorio venezolano sin la debida autorización del Congreso, representaba una prueba de fuego para la lealtad de los senadores republicanos. La pregunta de fondo era si permitirían que la administración continuara incrementando su despliegue naval en la región sin un debate estratégico transparente.
“Estamos cansados de que el Congreso abdique de este poder tan solemne a un presidente”, declaró con vehemencia el senador Tim Kaine, el demócrata de Virginia que presentó la resolución. Sus palabras resuenan con una verdad que he visto confirmada una y otra vez: la inacción del Legislativo erosiona los cimientos de nuestra democracia.
Es cierto, desde un punto de vista práctico, que la iniciativa tenía escasas probabilidades de ser promulgada, sobre todo porque requeriría la firma del propio Trump. Sin embargo, en la sabiduría que da el paso de los años, he aprendido que estos movimientos no son en vano. Sirven para registrar en el expediente histórico la preocupación oficial y para enviar un mensaje contundente, tanto a nivel nacional como internacional. La acumulación de buques de guerra estadounidenses en el Caribe, incluyendo el portaaviones más avanzado de la flota, es una maniobra que veteranos como nosotros reconocemos: va más allá del simple control del narcotráfico.
El senador demócrata Adam Schiff, otro impulsor de la resolución, lo expresó con la claridad que solo da la experiencia en comités de inteligencia: “Es realmente un secreto a voces que esto va mucho más allá de un posible cambio de régimen. Si esa es la dirección en la que se dirige el gobierno, si eso es lo que estamos arriesgando —involucrarnos en un conflicto bélico— entonces el Congreso necesita ser escuchado en este tema”. Su declaración no es una mera opinión; es la conclusión lógica de quien ha visto los patrones que preceden a un conflicto mayor. La historia juzgará si supimos escuchar estas advertencias a tiempo.















