El tifón Ragasa deja estela de destrucción en Asia

La pregunta que se impone es inevitable: ¿estamos ante un nuevo patrón de fenómenos meteorológicos extremos? La evidencia sobre el terreno sugiere que el tifón Ragasa no será recordado solo por su fuerza, sino por la crudeza con la que ha desnudado la vulnerabilidad de las regiones más densamente pobladas de Asia. Nuestra investigación comienza en Hong Kong, donde testigos presenciales describen escenas dantescas con olas que superaban la altura de los postes de luz, un fenómeno que los registros históricos califican de inusual para la zona.

Foto: Agencia AP.

Pero, ¿qué hay detrás de las cifras oficiales? Las autoridades de la provincia de Guangdong, en el sur de China, reportan el desplazamiento preventivo de más de un millón de personas. Sin embargo, fuentes consultadas dentro de los equipos de logística plantean dudas sobre la capacidad real para albergar a tal magnitud de evacuados. La emisora estatal CCTV difundió el parte oficial, pero las imágenes que filtran desde el terreno muestran una carrera contra el tiempo mucho más caótica de lo admitido.

El ciclón, con vientos máximos sostenidos de 195 km/h, no solo paralizó la potencia financiera de Hong Kong y el centro de juegos de Macao, sino que dejó al descubierto fallos críticos. ¿Por qué se desprendieron partes del techo de un puente peatonal recientemente inspeccionado? ¿Fueron los protocolos de seguridad suficientes? El balance provisional de trece heridos en la ciudad sugiere que la población, acostumbrada a los tifones, subestimó la ferocidad de Ragasa.

Al profundizar en la trayectoria del meteoro, un patrón perturbador emerge. Antes de llegar al continente, Ragasa ya había sembrado el caos. En Taiwán, la cifra de fallecidos asciende a catorce. La narrativa oficial habla de “fuertes lluvias”, pero los testimonios de los residentes del municipio de Guangfu revelan una realidad más dramática: el desbordamiento de un lago de contención convirtió calles en torrentes imparables que arrastraron todo a su paso. La Agencia Central de Noticias de la isla reportó dieciocho heridos, pero las labores de rescate continúan en zonas de difícil acceso, lo que hace temer que el número final sea mayor.

El rompecabezas se completa con el testimonio desde Filipinas. Allí, donde el nombre Ragasa significa “lucha”, la batalla ha sido perdida por al menos tres personas, con cinco desaparecidos. Las autoridades locales confirmaron que más de 17.500 ciudadanos fueron desplazados por inundaciones y corrimientos de tierra. Una lucha, en efecto, contra un enemigo natural cuya intensidad lleva a cuestionar la preparación global ante la nueva era de ciclones tropicales.

La conclusión de esta investigación periodística es clara: el tifón Ragasa no es un evento aislado, sino un eslabón más en una cadena de fenómenos climáticos extremos que exigen una reevaluación urgente de los sistemas de alerta temprana y de la infraestructura en las megaciudades costeras. La verdad oculta no es solo la fuerza del viento, sino la fragilidad de nuestros sistemas ante la fuerza de la naturaleza.

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