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Internacional

Estados Unidos declara la guerra al tomate mexicano con aranceles

La guerra del tomate: cuando la diplomacia se cocina a fuego lento con impuestos y amenazas cruzadas.

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En un giro tragicómico que solo la geopolítica del siglo XXI podría ofrecer, el gobierno estadounidense ha decidido que el verdadero enemigo a batir no son los misiles ni el narcotráfico, sino los inocentes tomates mexicanos. Sí, esas esferas rojas y jugosas que amenazan con invadir los supermercados de la nación más poderosa del mundo. El Departamento de Comercio, en un arrebato de creatividad proteccionista, ha decretado un impuesto del 21% a estos peligrosos vegetales, bajo el argumento de “salvar” una industria local que, según los datos, lleva décadas marchitándose como un jitomate olvidado en el refrigerador.

Los productores floridanos y californianos, vestidos con el traje de víctimas, claman que México les roba el agua (metafóricamente hablando) al cultivar tomates con salarios miserables y tierras baratas. Lo que no mencionan es que, si sus tomates fueran tan buenos, quizá no necesitarían que el Tío Sam les hiciera de niñera fiscal. Mientras tanto, los consumidores estadounidenses se preparan para pagar el doble por sus ensaladas, porque nada dice “América First” como inflar artificialmente el precio de la comida.

Y como en toda telenovela que se respete, México amenaza con contraatacar: si les cobran por los tomates, ellos cobrarán por las piernas de pollo. Así, el mundo observa con perplejidad cómo dos naciones adultas resuelven sus diferencias intercambiando golpes arancelarios como niños en un pleito por dulces. ¿El verdadero ganador? Los abogados comerciales, que frotan sus manos mientras redactan cláusulas en tratados que nadie leerá.

Lo más irónico es que todo esto ocurre bajo la sombra del TLCAN, ese acuerdo que supuestamente iba a unir a Norteamérica en un abrazo de libre comercio. Dos décadas después, el tratado parece más bien un divorcio en el que las partes se pelean por quién se queda el control remoto… o en este caso, el tomate.

Así que prepárense, ciudadanos: la próxima gran batalla geopolítica no se librará con drones ni sanciones, sino con cajas de jitomates cherry y facturas aduanales. Porque en el siglo XXI, la guerra ya no es por petróleo o territorios, sino por quién controla el guacamole.

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