Estados Unidos deporta a migrantes latinoamericanos a Sudán del Sur

La secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kristi Noem, durante una ceremonia en la ciudad de Guatemala.

Ocho migrantes, entre ellos un mexicano y dos cubanos, fueron expulsados por Estados Unidos y trasladados a Sudán del Sur, un país devastado por conflictos y pobreza extrema. Las autoridades estadounidenses confirmaron que el grupo, retenido previamente en una base militar en Yibuti, llegó a Juba, la capital sudanesa, escoltado por marines.

Entre los deportados figuran los cubanos José Manuel Rodríguez Quiñones y Enrique Arias Hierro, junto al mexicano Jesús Muñoz Gutiérrez. Solo uno de los expulsados era originario de Sudán del Sur; el resto incluía ciudadanos de Myanmar, Vietnam y Laos.

Según el gobierno estadounidense, los ocho hombres habían sido condenados por delitos violentos y sus países de origen se negaron a aceptar su repatriación. La Corte Suprema de EE. UU. avaló la deportación, pese a las críticas de organizaciones humanitarias, que advierten sobre los riesgos de tortura y persecución en una nación sumida en una crisis humanitaria.

Esta decisión reabre el debate sobre las políticas migratorias globales: ¿Es ético deportar a personas a zonas en conflicto? ¿Qué alternativas existen cuando ningún país acepta a los condenados? Mientras la comunidad internacional cuestiona el procedimiento, los deportados enfrentan un futuro incierto en uno de los lugares más peligrosos del mundo.

Sudán del Sur, independizado en 2011, sigue luchando contra las secuelas de una guerra civil que dejó 400,000 víctimas. Organizaciones como Amnistía Internacional han alertado que esta deportación podría violar el derecho internacional, especialmente la Convención contra la Tortura.