Una nueva incautación en alta mar agrava la crisis bilateral
Foto: El Universal.
El gobierno de Caracas ha calificado como un acto de piratería la más reciente interceptación y aprehensión ejecutada por Estados Unidos contra un buque tanque de bandera venezolana. Esta medida se produce apenas una década después de una acción similar, marcando una escalada en la aplicación de sanciones unilaterales.
En un comunicado oficial, el ejecutivo venezolano declaró: “Venezuela denuncia y rechaza de forma absoluta el apoderamiento y confiscación de una nueva embarcación privada que transportaba crudo venezolano, así como la desaparición de su dotación, acciones perpetradas por las fuerzas armadas estadounidenses“.
La Guardia Costera de EE.UU. confirmó la operación. Informó que, con el respaldo del Pentágono, procedió a la incautación de un buque cisterna con origen en Venezuela, en una maniobra que refleja la creciente militarización del cumplimiento de políticas económicas.
Operación de asalto: Tecnología y táctica en alta mar
La secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, detalló en una publicación en redes sociales que la intervención “se ejecutó en la oscuridad previa al amanecer”.
Un material audiovisual difundido junto al mensaje de Noem muestra a un operativo descendiendo en rápel desde un helicóptero táctico hacia la cubierta del tanquero, una escena que evoca operaciones de fuerzas especiales y subraya el enfoque de confrontación directa.
Patrón de presión: Repercusiones geopolíticas inmediatas
Este episodio se enmarca en una estrategia de presión constante, ocurriendo a solo diez días de la aprehensión de otra embarcación, el Skipper, también objetivo de restricciones económicas estadounidenses. Esta secuencia de eventos configura un nuevo capítulo de tensión en la geopolítica global de la energía, donde el control de recursos y las rutas marítimas se convierten en el campo de batalla.
