Una Medida sin Precedentes que Recuerda Viejas Lecciones
En mis años analizando la política exterior y migratoria de Estados Unidos, he sido testigo de cómo los momentos de alta tensión social suelen generar respuestas contundentes. La reciente decisión del gobierno de Donald Trump de revocar las visas a seis extranjeros por sus comentarios en redes sociales sobre la muerte del activista Charlie Kirk me trae a la memoria episodios pasados donde la línea entre la seguridad nacional y la libertad de expresión se volvió borrosa. No es la primera vez que una administración utiliza herramientas migratorias con fines que trascienden el mero control fronterizo; es una lección que aprendí en la era post-11 de septiembre: las visas son, con frecuencia, el instrumento de política más ágil y discrecional.
El sello del Departamento de Estado de EEUU fotografiado en la Agencia de Pasaportes de Washington.
La justificación del Departamento de Estado es clara: quienes se “aprovechan de la hospitalidad” de Estados Unidos mientras, según su interpretación, “celebran un asesinato”, serán expulsados. He visto cómo esta lógica se aplica de manera desigual. En la práctica, más allá de la teoría legal, la aplicación de estas normas depende casi enteramente del clima político y de la interpretación subjetiva de lo que constituye una amenaza o una falta de respeto. Recuerdo un caso, a principios de la década del 2000, donde un comentario crítico similar no habría despertado mayor reacción; hoy, en la era del escrutinio digital omnipresente, se convierte en causal suficiente para la revocación.
La concesión póstuma de la Medalla Presidencial de la Libertad a Kirk, mientras se anunciaban estas sanciones, no es un detalle menor. En mi experiencia, estos actos simbólicos potencian el mensaje político, creando una narrativa de defensa de los “valores nacionales”. Sin embargo, la complejidad reside en el efecto dominó. La medida ya ha generado un patrón de represalias contra periodistas y educadores, lo que en la práctica siembra un clima de autocensura. He aprendido que cuando el poder ejecutivo actúa con esta celeridad en temas de expresión, incluso contra no ciudadanos, el mensaje de disuasión se internaliza profundamente en el tejido social.
Lo que funciona en el discurso político—mostrar firmeza—puede fracasar estrepitosamente en el ámbito diplomático. La revocación afecta a ciudadanos de Argentina, Brasil, Alemania, México, Paraguay y Sudáfrica. En el largo plazo, este tipo de acciones pueden erosionar la credibilidad de Estados Unidos como defensor de principios democráticos, complicando alianzas y negociaciones delicadas. La verdadera sabiduría en política exterior, una lección que cuesta años asimilar, es entender que cada acción, por más doméstica que parezca, tiene una réplica en el escenario global. La decisión sobre estas seis visas es, en esencia, un capítulo más en el antiguo y complejo debate sobre hasta dónde puede llegar un gobierno para proteger lo propio y a qué costo para su imagen y sus principios fundacionales.