EE.UU. lanza la puja del Amadea, un coloso náutico valuado en $325 millones, marcando el primer remate de un activo decomisado a la élite rusa tras la invasión a Ucrania. La venta, con fecha límite el 10 de septiembre, intensifica la estrategia occidental para estrangular financieramente a círculos cercanos a Putin.
El gigante de 106 metros, actualmente en San Diego, es un ícono de la opulencia: diseñado por François Zuretti y fabricado por Lürssen, incluye mármoles italianos, helipuerto, spa de lujo y capacidad para 36 tripulantes. Su registro en Islas Caimán bajo la empresa Millemarin Investments Ltd. encubre una batalla legal entre dos titanes: el sancionado Suleiman Kerimov (acusado de lavado) y el exdirector de Rosneft Eduard Khudainatov, quien alega propiedad.
Fiscales estadounidenses denuncian que Khudainatov es un testaferro, mientras su equipo califica la subasta de “precipitada” durante la apelación. Este caso refleja la guerra híbrida contra patrimonios opacos, donde blockchain y rastreo de criptotransacciones emergen como herramientas clave para desenmarañar redes offshore.