El presidente del Consejo Europeo, António Costa, ha lanzado una crítica frontal y sin precedentes contra la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Este documento, que busca explícitamente apoyar a formaciones ultranacionalistas y euroescépticas dentro de la Unión, es interpretado en Bruselas como un acto de guerra política híbrida por parte de su aliado tradicional. “No podemos aceptar esa amenaza de interferencia en la vida política de Europa”, declaró Costa en el Instituto Jacques Delors de París, marcando un punto de inflexión histórico.
¿Una nueva doctrina de división? La advertencia de Costa
¿Qué ocurre cuando tu principal garante de seguridad se convierte en el arquitecto de tu fragmentación interna? Costa planteó esta incómoda pregunta al subrayar que la verdadera alianza se basa en el respeto a la autodeterminación y la integridad política de los socios. Señaló que lo que comenzó como tuits y discursos aislados de la Administración Trump se ha cristalizado ahora en una doctrina oficial estadounidense: debilitar la cohesión europea desde dentro para negociar desde una posición de fuerza fragmentada. Es un juego geopolítico de divide y vencerás aplicado a un bloque aliado.
De la dependencia a la autosuficiencia: El despertar estratégico europeo
Frente a esta nueva realidad, Costa propone una respuesta revolucionaria: convertir la vulnerabilidad en potencia. La UE no debe limitarse a protestar, sino a explotar su inmenso poder latente. Esto implica un compromiso férreo con la integración y un giro audaz hacia la autonomía estratégica. Imagine el mercado único no solo como un espacio económico, sino como la moneda de cambio más poderosa del mundo. La clave está en forjar alianzas comerciales disruptivas con gigantes como Indonesia y México, y desbloquear de una vez el potencial del acuerdo con el Mercosur, creando un nuevo eje de influencia global que reduzca la dependencia unilateral.
Reinventar la defensa: La seguridad más allá del paraguas americano
En el ámbito de la defensa, el mensaje es aún más disruptivo. La dependencia del paraguas de seguridad de EE.UU. ha sido un cómodo anestésico que ha atrofiado la musculatura estratégica europea. La amenaza rusa y la volatilidad de la política estadounidense no son solo riesgos, son la llamada de atención definitiva. Costa remarca la necesidad urgente de una capacidad militar europea integrada, autónoma y creíble. No se trata de competir con la OTAN, sino de complementarla desde una posición de fuerza soberana, donde Europa sea un pilar y no un apéndice. El objetivo final es claro: transformar una crisis de confianza en el catalizador para el nacimiento de una verdadera soberanía europea en todos los frentes.
















