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Internacional

Falla técnica en Alaska Airlines causa caos en vuelos y expone fragilidad operativa

Un fallo técnico inesperado paralizó operaciones y dejó a miles de pasajeros varados, revelando vulnerabilidades críticas.

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Tras décadas en la industria de la aviación, he visto cómo un solo componente defectuoso puede desencadenar un efecto dominó. Esta vez, Alaska Airlines enfrentó una interrupción crítica debido a la falla de un dispositivo de respaldo en su centro de datos, fabricado por un proveedor externo. Aunque reactivaron operaciones en tres horas, el daño ya estaba hecho: más de 150 vuelos cancelados y retrasos masivos que se extendieron hasta el lunes. La lección es clara: ni las redundancias tecnológicas son infalibles.

Recuerdo un caso similar en 2019, cuando un servidor obsoleto en una aerolínea europea colapsó durante el verano. Aquí, el problema radicó en un módulo de hardware que, irónicamente, debía garantizar continuidad. Alaska aclaró que no hubo ciberataque, pero el incidente evidencia la dependencia de sistemas tercerizados. “Estamos reemplazando el equipo”, declararon, aunque el verdadero desafío es auditar toda la cadena de suministro técnica.

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Según FlightAware, Alaska lideró las cancelaciones en EE.UU., con mayor impacto en Seattle, su hub principal. La FAA emitió una suspensión preventiva, pero como suele ocurrir, los organismos delegaron explicaciones a la aerolínea. Esto refleja un patrón que he observado: las autoridades priorizan contener crisis sobre transparencia inmediata.

La aviación arrastra un historial de vulnerabilidades sistémicas. En 2022, Southwest Airlines colapsó por su arcaico software de asignación de tripulaciones, pagando multas millonarias. Y en 2023, la FAA paralizó el espacio aéreo por un error humano al sincronizar archivos. Cada caso enseña que la modernización no puede esperar a que falle lo antiguo.

Para Alaska, esto suma presión tras el incidente del Boeing 737 MAX en enero, donde un panel se desprendió en pleno vuelo. Aunque la NTSB elogió a la tripulación, la aerolínea acumula percances técnicos, como la interrupción en septiembre por “complicaciones no especificadas“. Como experto, advierto: cuando los problemas se repiten, ya no son coincidencias, sino síntomas de una gestión reactiva.

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La solución no es solo cambiar hardware. Requiere inversión en infraestructura resiliente y planes de contingencia realistas. Mientras el Congreso debate fondos para actualizar torres de control, las aerolíneas deben asumir que su reputación depende de sistemas que, hoy más que nunca, son tan vitales como las alas de sus aviones.

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