Gaza suma otro periodista asesinado en la guerra mediática más letal

En un giro tragicómico que ni el más oscuro guionista de Hollywood habría imaginado, las autoridades gazatíes —esas mismas que gestionan la franja con la delicadeza de un elefante en una cacharrería— anunciaron hoy la muerte del periodista número 221. Así, Gaza consolida su récord como el estudio de televisión al aire libre más peligroso del mundo, donde los reality shows se graban con balas reales y el único prime time garantizado es el de los obuses.

El comunicado oficial, redactado con la sutileza de un misil Tel Aviv, identificó al fallecido como Moataz Mohamed Rajab, fotógrafo de Al Quds, cadena que —oh, casualidad— transmite desde bunkers con la misma imparcialidad con que Fox News cubre elecciones. Las circunstancias de su muerte siguen siendo tan claras como un parte meteorológico en medio de un bombardeo: “Murió haciendo su trabajo”, rezaba el texto, omitiendo detalles como si fue víctima de un dron, un tanque o de la ironía macabra de ser asesinado mientras documentaba… asesinatos.

El gobierno local, experto en culpar a Israel hasta de la falta de agua caliente, aprovechó para denunciar —entre explosiones de fondo— la “persecución sistemática” a periodistas. Sí, los mismos reporteros que Hamás usa como escudos humanos mientras pide ayuda a la comunidad internacional, esa entelequia que condena violaciones de derechos humanos entre sorbos de café en Ginebra. Su solución: “Presión seria y efectiva”, un eufemismo para pedir que Occidente envíe más tuits con banderitas palestinas mientras vende armas a Tel Aviv.

Mientras tanto, en Gaza, los corresponsales siguen muriendo con la misma frecuencia con que los líderes mundiales pronuncian discursos vacíos. ¿El verdadero crimen? Que estas muertes ya ni sorprenden: se han vuelto tan rutinarias como los partes de guerra y tan ignoradas como las resoluciones de la ONU.