Greta Thunberg y activistas secuestrados en alta mar por llevar fórmula para bebés

JERUSALÉN — En un giro que nadie vio venir (excepto quizá los guionistas de House of Cards), las fuerzas israelíes han interceptado lo que describen como “el mayor peligro para la seguridad nacional desde los cohetes de Hamás: un barco con activistas, fórmula infantil y una sueca de 21 años que sabe más de crisis climáticas que de geopolítica”.

El Madleen, rebautizado por el Ministerio de Exteriores israelí como “el yate de las selfies”, fue abordado con la delicadeza de un elefante en una cacharrería. Su crimen: intentar burlar el bloqueo más cinematográfico desde el de Berlín, pero con menos música de David Bowie y más niños palestinos muriendo de hambre.

La Coalición de la Flotilla de la Libertad —un nombre que suena a banda de piratas hippies— denunció que los activistas fueron “secuestrados en aguas internacionales”. Israel, en cambio, lo llama “un servicio de Uber humanitario con escala obligatoria en Ashdod”. Mientras tanto, los soldados repartían sándwiches a los detenidos, en lo que solo puede describirse como el primer catering carcelario con estrella Michelin.

Entre los pasajeros: Greta Thunberg, quien cambió temporalmente los viernes por el clima por los lunes de detención arbitraria, y Rima Hassan, eurodiputada a quien Israel prohibió la entrada “por pensar demasiado”. Macron, presidente francés, ya ha exigido su liberación, aunque no está claro si lo hace por solidaridad o porque teme que Thunberg le grite “¡Cómo se atreven!” en persona.

El gobierno israelí insiste en que la ayuda llegará a Gaza “por los canales adecuados”, es decir, aquellos que permiten rastrear cada gramo de arroz para asegurarse de que no se convierta en un misil. Mientras, Adalah, un grupo de derechos humanos, acusa a Israel de violar el derecho internacional. “¡Pero si hasta les dimos agua con gas!”, replicó un portavoz militar.

El bloqueo, justificado como “medida antiterrorista”, cumple 18 años. Mayoría de edad para una política que ha logrado lo imposible: hacer que dos millones de personas añoren los estándares nutricionales de Mad Max. Hamás, por su parte, sigue firme en su postura: “Liberaremos rehenes cuando Israel deje de fingir que no sabía que los civiles necesitan comer”.

Mientras la guerra continúa y la hambruna se ceba con Gaza, una cosa es clara: en el Mediterráneo oriental, la única libertad que flota es la de los discursos de autocomplacencia.