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Internacional

Guatemala enfrenta caos tras más de 190 sismos en 24 horas

La tierra no dejó de moverse: cuatro muertos, cientos de damnificados y una nación en alerta.

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Desde la Ciudad de Guatemala, donde el olor a polvo y el eco de las sirenas aún flotan en el aire, les comparto lo que he vivido en estas horas críticas. Como alguien que ha cubierto desastres desde el huracán Mitch en 1998, puedo decir que pocas cosas generan tanto terror colectivo como la tierra moviéndose sin tregua.

El Instituto Nacional de Sismología registró más de 190 movimientos telúricos en menos de un día, algo que incluso los vulcanólogos más experimentados califican como inusual. El más fuerte, de 5.7 grados, no solo derribó paredes en Escuintla y Sacatepéquez, sino que dejó al descubierto la vulnerabilidad de comunidades como Bárcenas, donde rescatistas extrajeron el cuerpo sin vida de una mujer junto a su fiel compañero canino.

Recuerdo un principio que aprendí tras el terremoto de 2012: los sismos no matan, lo hacen las estructuras precarias. Esta vez, cuatro víctimas lo confirman -dos hombres aplastados por deslaves en caminos rurales, un adolescente atrapado en Santa María de Jesús, y la mujer mencionada-. Las réplicas, como suele ocurrir, mantienen en vilo a miles; familias enteras duermen a la intemperie en Palín, donde Elvia Morataya me mostró las grietas que partieron su hogar “como un espejo roto”.

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Las cifras oficiales hablan de 15 vías colapsadas, medio centenar de casas inhabitables y nueve hospitales afectados. Pero tras 25 años reportando emergencias, sé que los números siempre se quedan cortos. Lo revelador fue sentir los temblores hasta en San Salvador, a 200 km de distancia, prueba de que la furia de las placas tectónicas no conoce fronteras.

Mientras el presidente Arévalo supervisaba los albergues temporales -donde ya hay 300 personas-, los bomberos voluntarios, esos héroes anónimos que conocí en la erupción del Volcán de Fuego, trabajaban contra reloj. Su labor me recordó una lección clave: en estas tragedias, la solidaridad pesa más que la magnitud del desastre. Hoy Guatemala llora, pero también se reconstruye, como tantas veces antes.

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