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Internacional

Hombre es absorbido por turbina de avión tras evadir seguridad en Milán

Un acto desesperado termina en tragedia cuando un hombre evade controles en plena pista de despegue.

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Foto: El Universal.

En un episodio que parece extraído de un manual sobre cómo no gestionar la seguridad aeroportuaria, un individuo logró burlar a todo un ejército de guardias —aparentemente distraídos contando nubes— para ofrecerse en sacrificio ritual a los dioses de la aviación. El sujeto, identificado como Andrea Russo, de 36 años, protagonizó una carrera olímpica por la pista del aeropuerto de Milán-Bérgamo, demostrando que las vallas y los protocolos son meras sugerencias decorativas.

El video, viralizado con entusiasmo macabro en redes sociales, muestra al hombre escalando el motor de un avión como si fuera un simio urbano en busca de su último banano, antes de ser devorado por la turbina izquierda de la aeronave. La escena, digna de un efecto especial de bajo presupuesto, dejó a los espectadores preguntándose: ¿era esto un accidente o un performance artístico crítico contra la burocracia italiana?

Según la aerolínea Volotea, el vuelo con destino a Oviedo ya tenía sus motores encendidos, porque, claro, ¿para qué apagarlos si nadie va a acercarse? Tras el incidente, las operaciones se suspendieron, no por el trauma colectivo, sino porque limpiar restos humanos de las turbinas no estaba en el checklist de mantenimiento.

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Las autoridades, en un comunicado que mezcla el drama y la comedia, revelaron que Russo no era pasajero ni empleado, sino un visitante entusiasta que accedió al área restringida en un Fiat 500 rojo —el vehículo oficial de las malas decisiones—. Para colmo, tenía antecedentes por consumo de sustancias, lo que explica su convicción de que un avión era un portal interdimensional.

Los 154 pasajeros recibieron asistencia psicológica, aunque el verdadero trauma fue para los ingenieros que ahora deben explicar cómo un ser humano puede convertirse en puré de alta velocidad sin activar ningún sensor de seguridad. Mientras tanto, en Lombardía, los familiares de Russo se consuelan pensando que, al menos, su último viaje fue en primera clase… dentro de un motor.

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