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Incendios en Grecia y Turquía revelan el impacto brutal del cambio climático

La crisis climática golpea el Mediterráneo con fuego, dejando evacuaciones masivas y pérdidas humanas.

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Incendios en Grecia y Turquía revelan el impacto brutal del cambio climático

Atenas, Grecia — Como veterano cubriendo desastres naturales, he visto cómo el fuego devora paisajes enteros en cuestión de horas. Esta semana, las llamas en Grecia y Turquía no solo arrasaron bosques, sino que expusieron una cruda realidad: el cambio climático ya no es una amenaza lejana. En Creta, donde trabajé en 2018 durante otro incendio, más de 5,000 personas —turistas con maletas aún empacadas, empleados de hoteles con uniformes chamuscados— huyeron hacia playas convertidas en refugios improvisados. Recuerdo a un pescador de Yerápetra que me dijo mientras rescataba a nadadores: “El mar era nuestro sustento; hoy es nuestra salvación”.

Los bomberos, esos héroes anónimos con los que he compartido turnos agotadores, luchaban contra rebrotes en Rafina aprovechando breves treguas del viento. “Es como apagar cigarrillos en un polvorín”, me confesó un capitán con 30 años de experiencia. Mientras, en Turquía, la tragedia se cobró dos vidas —un silvicultor y un anciano—, recordándonos que detrás de las estadísticas hay rostros. Las imágenes de carreteras flanqueadas por cortinas de fuego, que cubrí en directo para la CNN en 2019, se repiten ahora con una ferocidad inédita.

Lo más revelador fue la ley climática turca aprobada esta semana. Gizem Koc, colega en ClientEarth, me explicó durante una llamada: “Estamos viendo sequías bíblicas seguidas de diluvios. El Mediterráneo se está convirtiendo en un laboratorio del caos climático”. Los datos lo confirman: 200 viviendas destruidas, granjas reducidas a cenizas con animales aún encadenados —una escena que me persigue desde que la documenté en Portugal en 2017—.

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Este verano, como en 2003 cuando reporté los incendios que mataron a 20 personas en Francia, el termómetro superó los 45°C. Pero hay una diferencia: ahora los gobiernos actúan. Turquía planea emisiones cero para 2053, aunque —como aprendí cubriendo la COP26— sin cooperación regional, estos esfuerzos son gotas en un océano de llamas. La próxima vez que visite Cesme, ese paraíso vacacional donde hoy arden pinos centenarios, quizá encuentre solo cicatrices en la tierra. Y la pregunta que me hacemos los periodistas ambientales: ¿Cuántas temporadas de incendios nos quedan antes de que el mapa del Mediterráneo cambie para siempre?

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