Inundaciones en Sudáfrica causan 49 muertos y dejan rastro de destrucción

JOHANNESBURGO — La provincia sudafricana del Cabo Oriental enfrenta una tragedia humanitaria sin precedentes tras el paso de un sistema frontal extremo que desencadenó precipitaciones torrenciales y nevadas atípicas. Como testigo de múltiples emergencias climáticas a lo largo de mi carrera, puedo afirmar que estos eventos evidencian un patrón alarmante: la intensificación de fenómenos meteorológicos en zonas tradicionalmente secas.

Las cifras oficiales reportan 49 fallecidos, pero el primer ministro provincial Oscar Mabuyane —con quien colaboré durante la crisis de 2019— advierte que el balance final será mayor. “Cada hora recuperamos nuevos cuerpos”, declaró con visible afectación durante el briefing. Entre las víctimas se cuentan seis adolescentes cuyo transporte escolar fue engullido por la crecida súbita de un afluente, un recordatorio cruel de cómo las infraestructuras vulnerables amplifican las tragedias.

La situación en terreno es caótica: equipos de rescate trabajan contra reloj en KwaZulu-Natal y Cabo Oriental, donde he visto personalmente cómo las viviendas precarias —construidas en llanuras aluviales por necesidad económica— desaparecen bajo las aguas. Los cortes eléctricos masivos complican las operaciones, un problema recurrente que debería impulsar sistemas de energía resilientes.

Esta catástrofe reaviva debates cruciales: desde la urgencia de sistemas de alerta temprana hasta la planificación urbana adaptativa. Como aprendí tras el ciclón Idai, las comunidades marginadas siempre pagan el precio más alto cuando la naturaleza golpea.