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Internacional

José Mujica, de guerrillero a presidente, deja un legado de contradicciones

La vida y muerte de un líder que desafió convenciones, desde la guerrilla hasta la presidencia.

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MONTEVIDEO.— La muerte de José Mujica, el expresidente uruguayo cuya vida osciló entre la lucha armada y la política institucional, ha reabierto el debate sobre su legado. ¿Fue un revolucionario fracasado que encontró redención en la democracia, o un pragmático que supo reinventarse? La respuesta, como su vida, está llena de matices.

Documentos desclasificados y testimonios exclusivos revelan que Mujica, diagnosticado con cáncer de esófago en abril de 2024, enfrentó sus últimos meses con la misma templanza que caracterizó sus 89 años de vida. “No quería morir en un hospital”, confesó a su círculo íntimo, según fuentes cercanas. Sin embargo, las complicaciones derivadas de la radioterapia lo obligaron a permanecer ingresado repetidamente.

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¿Cómo explicar que un exguerrillero marxista, condenado por asaltos y secuestros en los años 60, llegara a ser electo presidente con el 52% de los votos? Archivos judiciales y entrevistas con excompañeros de armas sugieren que su carisma y autenticidad fueron clave. “Pepe nunca dejó de ser el mismo, ni en la cárcel ni en el poder”, afirma un exintegrante de los Tupamaros que prefirió mantener el anonimato.

Durante su presidencia (2010-2015), Mujica impulsó reformas progresistas que chocaron con su pasado revolucionario. Legalizó el matrimonio igualitario y la marihuana, pero mantuvo una política económica ortodoxa que redujo la pobreza sin tocar los privilegios de las élites. “Era un socialista que creía en los mercados”, admite un exasesor en un informe inédito.

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Su vida privada también desafiaba estereotipos. Rechazó la residencia presidencial para vivir en una granja rural con su esposa, la exguerrillera Lucía Topolansky. “Prefiero ser recordado como un tipo cualquiera”, declaró en 2023, aunque su discurso ante la ONU en Río de Janeiro lo convirtió en ícono global de la austeridad.

Pero detrás del mito del “presidente más pobre” había contradicciones. Mientras predicaba contra el consumismo, su gobierno dejó un déficit fiscal del 3.5% del PIB. Y aunque denunciaba las desigualdades, no logró reformar el sistema educativo ni modernizar la burocracia estatal.

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¿Cuál es, entonces, el verdadero legado de Mujica? Quizás sea su capacidad para conciliar extremos: el revolucionario que abrazó las urnas, el marxista que respetó la propiedad privada, el asceta que sedujo al mundo. Como él mismo admitió en su última entrevista: “Histórico no hay nada. Pasan los años y no queda ni el polvo”. Pero su historia, compleja y contradictoria, seguirá generando preguntas mucho después de su muerte.

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