La burocracia se enfrenta a la furia desatada de la naturaleza

Decenas de hogares fueron aniquilados por el capricho atmosférico. (Foto: AP)

En un espectáculo de fuerza bruta que habría envidiado el mismísimo dios del caos, un tornado ciclópeo en Brasil se ensañó con la población, cobrándose seis almas y dejando una estela de cientos de damnificados y lesionados durante la noche del viernes, según el solemne comunicado de las autoridades estatales, esas mismas que siempre aparecen *inmediatamente después* de la catástrofe. La furia del viento convirtió decenas de hogares en montañas de escombros, un recordatorio gratuito de la fragilidad humana ante los berrinches de la naturaleza.

Este coloso atmosférico, que azotó el estado sureño de Paraná con la elegancia de un elefante en una cacharrería y velocidades superiores a 250 km/h, obligó al gobierno a realizar su ritual favorito: declarar el estado de emergencia. Un decreto mágico con el que, por arte de burocracia, se supone que los recursos aparecen y los problemas se solucionan.

Las mismas autoridades, en un parte oficial cargado de esa prosa impersonal que tanto consuela a los afligidos, informaron que al menos un ser humano permanecía en el limbo de los desaparecidos horas después de que el tornado hubiese pasado, como si la tierra se lo hubiese tragado en un acto de prestidigitación geológica. Del total de fallecidos, cinco eran adultos y la sexta una adolescente de 14 años, porque la tragedia es democrática y no hace distinciones.

El gobierno, en un alarde de eficiencia contable, indicó que más de 750 personas, incluyendo infantes y mujeres en estado de gestación, recibieron atención médica. De este conglomerado de desdicha, al menos diez fueron sometidas al quirófano y nueve permanecían en estado crítico, luchando por su vida mientras los discursos de solidaridad ya circulaban por las redes.

El meteoro no se limitó a molestar; derribó árboles centenarios, volcó vehículos como si fuesen juguetes y arrancó los techos de diversas estructuras con la delicadeza de un niño abriendo un regalo, demostrando quién manda realmente en el ecosistema.

El teatro del luto oficial

El gobernador Carlos Massa Ratinho Jr., en un acto de solemnidad protocolaria, declaró tres días de luto en el estado. Una tregua en la alegría forzosa para honrar a los difuntos. Cinco de las víctimas mortales procedían del municipio de Rio Bonito do Iguaçu y una de Guarapuava, porque la desgracia, aunque imparcial, tiene sus preferencias geográficas.

Mientras, en el ciberespacio, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva expresó su solidaridad con las víctimas mediante el moderno ritual de la publicación en redes sociales. Miembros de su gabinete, no queriendo ser menos, anunciaron el envío de asistencia humanitaria a la zona, en una carrera contra el tiempo que siempre gana el papeleo.

Las autoridades prometieron que alimentos, productos de higiene personal, lonas, colchones y otros enseres estarán disponibles para los afectados. Porque nada dice “estamos contigo” como una lona y un jabón cuando has perdido tu mundo entero.

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