La Frágil Arquitectura de la Paz: Una Mirada desde el Terreno
En mi larga trayectoria observando conflictos internacionales, he aprendido que los momentos posteriores a un alto el fuego son tan críticos como la negociación misma. La visita del secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, al centro de coordinación en Kiryat Gat, Israel, me trae a la memoria otras operaciones de estabilización donde la presencia sobre el terreno marcó la diferencia entre un cese de hostilidades duradero y uno efímero.
Recuerdo operaciones pasadas donde la falta de un mecanismo de verificación robusto hizo colapsar frágiles acuerdos. Por eso, la labor de aproximadamente 200 efectivos militares estadounidenses trabajando codo a codo con el ejército israelí y delegaciones de naciones aliadas no es un mero gesto simbólico. Es el tipo de arquitectura de seguridad que, en mi experiencia, proporciona la confianza mínima necesaria para que las partes se atrevan a bajar la guardia.
La sucesión de visitas de alto nivel – desde el vicepresidente JD Vance hasta los enviados Steve Witkoff y Jared Kushner – refleja una lección que hemos aprendido a fuerza de errores: sin un compromiso político sostenido y visible, incluso la operación logística mejor diseñada está condenada al fracaso. He visto demasiadas misiones de paz bienintencionadas languidecer por falta de atención continua de los líderes que las crearon.
El nombramiento de Steven Fagin, embajador en Yemen, para dirigir la rama civil, junto con el almirante Brad Cooper del Comando Central al mando militar, me parece un acierto estratégico. La historia nos enseña que la coordinación cívico-militar es el talón de Aquiles de estas operaciones. Sin la componente civil, la seguridad se logra pero no se construye paz; sin la componente militar, la paz es demasiado frágil.
Cuando Rubio afirmó que tenían “mucho de qué estar orgullosos en los primeros 10 días, 11 días, 12 días de implementación”, reconociendo que han enfrentado “desafíos reales en el camino”, habló con la autenticidad que solo comprenden quienes han estado en estas complejas transiciones. La verdadera medida del éxito no es la ausencia de problemas, sino la capacidad de superarlos sin que colapse el proceso.
La presencia de personal internacional con banderas de Chipre, Grecia, Francia, Alemania, Australia y Canadá no es decorativa. Representa lo que en diplomacia llamamos “compartir la carga de la paz” – una lección duramente aprendida tras décadas de conflictos asimétricos donde una sola nación cargaba con todo el peso político y operacional.
En los próximos meses, el verdadero desafío será transformar esta frágil tregua en una estabilidad duradera. La planificación para la estabilización y reconstrucción de Gaza debe avanzar al mismo ritmo que las medidas de seguridad, o corremos el riesgo de ganar la paz militarmente para perderla políticamente. Es una lección que la experiencia nos ha enseñado una y otra vez en escenarios de posconflicto alrededor del mundo.














