La Franja de Gaza se encuentra sumida en una espiral de violencia y devastación humanitaria. Los recientes ataques israelíes resultaron en la muerte de al menos 59 palestinos, incrementando la presión global para alcanzar un cese al fuego inmediato y un acuerdo que permita la liberación de los rehenes aún cautivos.
Dos ofensivas específicas en el campamento de refugiados de Nuseirat se cobraron numerosas vidas, incluyendo las de nueve miembros de una misma familia y, posteriormente, otras quince personas. La infraestructura médica, ya al borde del colapso, enfrenta amenazas directas, con tanques israelíes aproximándose a instalaciones como el hospital Shifa, lo que restringe el acceso a atención vital para cientos de pacientes.
Mientras el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, mantiene una postura desafiante ante la Asamblea General de la ONU, la comunidad internacional incrementa sus llamados a la desescalada. La presión se focaliza también en la próxima reunión entre Netanyahu y el presidente estadounidense, Donald Trump, a quien familiares de rehenes suplican que priorice la liberación de sus seres queridos.
La situación humanitaria es catastrófica. Los hospitales operan con suministros mínimos, muchos han sido dañados o destruidos, y organizaciones como Médicos Sin Fronteras se han visto forzadas a suspender sus operaciones debido al riesgo extremo. La población civil enfrenta una escasez crítica de alimentos, agua potable y medicamentos, agravando una crisis que ya ha dejado decenas de miles de víctimas.
Esta campaña militar, iniciada tras el ataque de insurgentes el 7 de octubre de 2023, ha generado un costo humano insostenible, sumiendo a Gaza en una de las peores crisis humanitarias de la era moderna.