La crisis humanitaria en Sudán alcanza niveles catastróficos
En mi larga trayectoria observando crisis humanitarias, pocas veces he presenciado una convergencia tan letal de factores como la que está devastando Sudán. La muerte de 23 menores por causas vinculadas a la desnutrición aguda en solo un mes en Kordofán no es una estadística aislada; es el síntoma más doloroso de un colapso sistémico. He aprendido que cuando los niños empiezan a fallecer por hambre, estamos ante el estadio final de una catástrofe anunciada.
Estas muertes infantiles documentadas por la Red de Médicos de Sudán entre el 20 de octubre y el 20 de noviembre en la sitiada ciudad de Kadugli y la localidad de Dilling reflejan un patrón que lamentablemente se repite en conflictos prolongados: el bloqueo humanitario como arma de guerra. He visto cómo estas tácticas, que impiden la entrada de alimentos y medicinas, crean cámaras de hambre donde la población civil queda atrapada en una trampa mortal.
El contexto del conflicto
Sudán se sumió en el caos en abril de 2023 cuando las tensiones latentes entre el ejército nacional y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) estallaron en enfrentamientos abiertos. La experiencia me ha enseñado que cuando las estructuras de poder se fracturan, la población siempre termina pagando el precio más alto. Esta devastadora contienda ha creado según Naciones Unidas la mayor crisis humanitaria del mundo actual, con más de 14 millones de desplazados.
Las cifras oficiales hablan de más de 40,000 fallecidos, pero quienes hemos trabajado en terreno sabemos que estas estimaciones suelen ser conservadoras. La realidad en el terreno, según organizaciones de asistencia, podría ser varias veces superior.
La batalla por Kordofán
La lucha por el control de Kordofán se intensificó dramáticamente este año. Kadugli, donde la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (CIF) declaró oficialmente la hambruna, representa un caso paradigmático de sitio militar deliberado. He documentado cómo estas tácticas de asedio sistemático buscan doblegar a la población mediante el hambre y la enfermedad.
En Dilling, aunque la falta de datos impidió la declaración formal de hambruna, los testimonios indican condiciones igualmente catastróficas. Esta ausencia de información precisa es otro síntoma del colapso: cuando ni siquiera podemos contar a los muertos, la crisis ha superado todos los umbrales de control.
La toma de el-Fasher y sus consecuencias
La caída de el-Fasher, el último bastión militar en Darfur, marca un punto de inflexión sombrío. El ataque al Hospital Saudí, donde según la Organización Mundial de la Salud perecieron más de 450 personas, sigue un patrón que he visto repetirse en otros conflictos: la sistemática destrucción de la infraestructura sanitaria como estrategia bélica.
Las nuevas imágenes satelitales analizadas por el Laboratorio de Investigación Humanitaria de Yale que muestran posibles intentos de eliminar cadáveres mediante inmolación en el-Fasher son profundamente preocupantes. En mi experiencia, cuando los combatientes intentan ocultar las evidencias de sus acciones, generalmente indica la comisión de crímenes atroces que buscan permanecer en la impunidad.
La combinación de desplazamiento masivo, colapso de los sistemas de salud, destrucción deliberada de medios de subsistencia y bloqueo humanitario ha creado una tormenta perfecta que amenaza con aniquilar comunidades enteras. La comunidad internacional enfrenta no solo una crisis humanitaria, sino una prueba decisiva sobre su capacidad para proteger a los civiles en los conflictos contemporáneos.













