La Cruzada del Pacífico donde la evidencia es opcional

La Cruzada del Pacífico donde la evidencia es opcional

El secretario de Defensa de EEUU, Pete Hegseth, habla durante una conferencia de prensa conjunta con el ministro de Defensa de Japón, Shinjiro Koizumi, en Tokio, el miércoles 29 de octubre de 2025.

WASHINGTON.- En un espectacular ejercicio de adivinación geopolítica, el oráculo del Pentágono, Pete Hegseth, ha anunciado el éxito de la última sesión de tiro al pato metálico en el Pacífico. Cuatro almas anónimas han sido convenientemente transferidas al reino de Neptuno mediante el infalible método de la explosión pirotécnica, todo porque sus embarcaciones transitaban por lo que el Departamento de Defensa ha bautizado como “la ruta del mal absoluto flotante”.

El sumo sacerdote Hegseth, en su peregrinaje por los santuarios aliados de Japón y Malasia, ha comunicado a través de papiros digitales que los servicios de clarividencia estratégica determinaron que la nave transportaba intenciones malignas y sustancias prohibidas. La operación, nos aseguran, se ejecutó en esas aguas internacionales que Estados Unidos ha redesignado como patio trasero de tiro al blanco.

Como prueba irrefutable, el secretario ha compartido un videíllo que muestra las bondades del fuego purificador sobre estructuras náuticas. Ya son catorce las embarcaciones sacrificiales en este ritual de limpieza oceánica que comenzó en septiembre, con un balance de sesenta y un iniciados en los misterios de la muerte súbita por democracia.

Mientras tanto, la armada estadounidense continúa su acumulación compulsiva de juguetes bélicos en la región, en lo que los estrategas llaman “la técnica del amigo ruidoso que solo quiere ayudar”. Esta conspicua congregación de acero flotante ha avivado el chismorreo geopolítico sobre si el verdadero objetivo es darle a Nicolás Maduro un cambio de escenario abrupto, bajo la acusación de narcoterrorismo – ese delito elástico que puede estirarse para cubrir cualquier gobierno inconveniente.

Lo más admirable de esta campaña de pacificación marítima es su elegante desprecio por formalidades arcaicas: ni pesquisas judiciales ni esas tediosas declaraciones de guerra congresionales que tanto entorpecen la eficacia geopolítica. Algunos legisladores recalcitrantes osan cuestionar la ausencia de pruebas contundentes, como si en el siglo XXI aún necesitáramos cosas tan burguesas como evidencias antes de convertir ciudadanos en estadísticas.

El gran arquitecto de esta estrategia, Donald Trump, proclama que estas escabechinas náuticas son indispensables para detener el flujo de drogas – una guerra tan exitosa como la contra la gravedad. Ha descubierto el genial expediente legal de declarar “conflicto armado” contra carteles fantasmas, resucitando la misma justificación que usó Bush para su cruzada antiterrorista, porque ¿qué mejor manera de honrar el legado del 11-S que disparando a botes pesqueros?

Lo más refrescante de esta nueva doctrina militar es su liberación de la tiranía de las pruebas. El gobierno no se molesta en mostrar evidencias aburridas sobre las embarcaciones atacadas, sus supuestas conexiones criminales o la identidad de los difuntos. En el innovador sistema judicial de los mares, la sospecha es sentencia, el prejuicio es prueba, y un video de explosiones es el equivalente a un tratado de derecho internacional.

RELACIONADOS

Ultimas Publicadas

Matamoros

¿QUÉ PASO AYER?

ANUNCIATE CON NOSOTROS

Scroll al inicio