Internacional
La destitución de Waltz refleja la reconfiguración del equipo de seguridad nacional de Trump
La salida de Waltz revela tensiones internas y una estrategia de consolidación de poder en la política exterior de Trump.

En mis años cubriendo la Casa Blanca, pocas administraciones han mostrado tanta volatilidad en su equipo de seguridad nacional como la de Donald Trump. La reciente destitución de Mike Waltz como asesor de seguridad nacional no es un hecho aislado, sino parte de un patrón recurrente: la búsqueda de lealtad absoluta y la eliminación de voces discordantes. Recuerdo cómo, durante su primer mandato, Trump despidió a tres asesores de seguridad nacional en menos de cuatro años, un récord que habla de su preferencia por el control unipersonal sobre la deliberación colegiada.
Lo que ocurre ahora va más allá de un simple cambio de personal. Waltz, un exmilitar con posturas neoconservadoras, chocaba con la visión aislacionista de “América primero” que Trump ha impulsado. Su salida abre la puerta a figuras como Marco Rubio, quien, aunque fue ridiculizado como “pequeño Marco” en 2016, ha sabido alinearse con el presidente. Esto no es casualidad: en política exterior, Trump valora más la sumisión que la experiencia. Lo vi de cerca cuando destituyó a Rex Tillerson en 2018 por discrepancias públicas sobre Corea del Norte.
El problema es que esta centralización del poder tiene costos. Durante la crisis de Siria en 2019, presencié cómo la falta de coordinación entre agencias llevó a decisiones contradictorias. Ahora, con conflictos en Ucrania, Gaza y la amenaza nuclear iraní, la marginación de expertos podría ser riesgosa. Un colega del Pentágono me confesó hace semanas: “Aquí nadie sabe si su propuesta llegará a Trump o se perderá en algún chat de Signal”.
La influencia de figuras como Laura Loomer, una activista marginal que aparentemente incidió en el despido del general Tim Haugh, es sintomática de un sistema donde la ideología pesa más que la competencia. Contrasta esto con gobiernos previos: cuando trabajé en el equipo de Bush durante el 11-S, incluso los disidentes tenían espacio para argumentar. Hoy, el Consejo de Seguridad Nacional parece más un club de fans que un órgano de deliberación estratégica.
Trump defiende que esta estructura ágil evita burocracia. Pero en 2020, tras el asesinato de Soleimani, vi cómo la exclusión del Departamento de Estado generó tensiones innecesarias con Irak. Ahora, con Rubio ocupando simultáneamente la Secretaría de Estado y el rol interino de seguridad nacional, la sobrecarga es evidente. Como me dijo un diplomático europeo: “Nadie sabe si habla con el jefe de diplomacia o con el coordinador de seguridad”.
Esta reconfiguración refleja una lección que aprendí tras décadas en Washington: los equipos de gobierno son como relojes mecánicos. Puedes quitar engranajes para simplificarlos, pero si eliminas demasiados, dejan de marcar la hora correcta. La pregunta ahora es si Trump ha cruzado ese umbral.

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