El Gran Silencio de los Cielos: Una Oda a la Eficiencia Gubernamental
En un acto de deslumbrante lucidez, los augustos sabios de la Administración Federal de Aviación (FAA), desde sus tronos en la capital del imperio, han decretado la solución definitiva para el caos aéreo: la gloriosa y revolucionaria estrategia de no hacer volar aviones.
Mientras el gobierno federal permanece sumido en un letargo profundo, sus templos vacíos y sus oráculos mudos, la FAA ha descubierto el equivalente aeronáutico de apagar y encender el sistema. Ante la imposibilidad de gestionar la complejidad del tráfico aéreo con los recursos de una lemonade stand, la genialidad burocrática ha florecido: si no puedes controlar el cielo, simplemente vacíalo.
La medida, que afecta a cuarenta mercados cruciales, no es un recorte, ¡Dios nos libre! Es un programa de meditación forzosa para las rutas aéreas. Los pasajeros, antes condenados a estresantes retrasos, podrán ahora disfrutar de la paz y tranquilidad de los suelos de terminales vacías, contemplando el arte moderno de los letreros de “Vuelo Cancelado”.
Es la paradoja perfecta del sistema: para salvaguardar la seguridad de un servicio, se opta por no prestarlo. Una jugada maestra que Swift u Orwell admirarían. Se resuelve el problema del tráfico eliminando el tráfico, se asegura la aviación dejando los aviones en tierra, y se mantiene la apariencia de control mientras el reino se desmorona. ¡Larga vida a la eficiencia!



















