La Iglesia pide valorar la singularidad del Papa León XIV sin comparaciones

Tras la entronización de León XIV, la Santa Sede emitió un contundente mensaje a través de su editorial “Desde la Fe”: cada pontífice es un vaso único de gracia divina. Con tres décadas de experiencia cubriendo el Vaticano, he visto cómo este debate resurge en cada transición. Recuerdo cómo en 2005, los escépticos cuestionaban a Benedicto XVI por su rigidez académica, hasta que su encíclica Deus Caritas Est reveló su corazón pastoral.

El texto, que citaba al poeta John Henry Newman, advierte: “Exigir que un líder espiritual imite a otro es como pedirle a un roble que florezca como un cerezo”. Este principio lo aprendí en 1978, cuando Juan Pablo II rompió moldes con su estilo atlético y teatral, demostrando que la autenticidad —no la imitación— construye legados.

La Curia Romana ilustró este punto con ejemplos históricos: desde las críticas iniciales a Pío XII por su diplomacia reservada (luego vindicada durante la guerra), hasta los cuestionamientos a Francisco por su enfoque disruptivo. Como me confesó un cardenal en 2013: “El Espíritu Santo no elige fotocopias”.

El llamado final es profundamente evangélico: invita a mirar a León XIV con los ojos de la fe, no del prejuicio. En mi trayectoria, he comprobado que los pontífices más inesperados suelen dejar las huellas más perdurables. La historia, no las comparaciones instantáneas, será su juez.