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La red oculta de El Ruso y la cacería de EU

El Departamento de Estado de Estados Unidos ha puesto precio a la cabeza de uno de los narcotraficantes más escurridizos de México. Pero, ¿quién es realmente Juan José Ponce Félix, alias El Ruso, y por qué su captura vale cinco millones de dólares para el gobierno norteamericano?

La recompensa, ofrecida a través del Programa de Recompensas contra Narcóticos, es solo la punta del iceberg en una compleja trama de crimen, poder e impunidad. Las investigaciones del FBI lo señalan no solo como un capo más, sino como el fundador y cerebro de Los Rusos, el brazo armado principal de La Mayiza, una facción del Cártel de Sinaloa que Washington ha catalogado oficialmente como una organización terrorista extranjera.

¿Qué convierte a un grupo criminal en una amenaza terrorista? Los cargos son graves: tráfico internacional de fentanilo, cocaína y metanfetaminas, pero también conspiración para el crimen organizado, toma de rehenes, lavado de activos y posesión ilegal de armas de fuego. Su operación se extiende desde el noroeste de México hasta California y Oregón, en Estados Unidos.

La verdadera identidad de El Ruso es un misterio. El propio FBI maneja dos nombres diferentes —Juan José Ponce Félix y Jesús Alexandro Sánchez Félix— y dos fechas de nacimiento posibles. Su discreción es legendaria, un fantasma que ejerce poder desde las sombras. ¿Cómo ha logrado permanecer en la clandestinidad a pesar de ser uno de los objetivos prioritarios de la administración Trump en su ofensiva contra el narcotráfico?

La respuesta podría estar en sus conexiones y nivel de influencia. Un hecho documentado revela la profundidad de su impunidad: en junio de 2024, patrullas de la policía de Mexicali, Baja California, escoltaron un convoy de 16 vehículos blindados en los que viajaba Josué Godínez Fernández, El Pitufo, uno de sus lugartenientes clave. Un video obtenido por esta redacción muestra a las unidades oficiales abriendo paso al grupo criminal en un fraccionamiento privado. Este operativo derivó en la reasignación de los agentes implicados, pero dejó al descubierto la inquietante colusión entre autoridades y el crimen organizado.

El rastro de El Ruso se remonta a sus inicios bajo el mando de Gustavo Inzunza, El Macho Prieto, un conocido sicario y traficante. Desde 2001, sus operaciones en Sonora y Sinaloa marcaron el inicio de un ascenso imparable dentro del cártel. Hoy, su facción, La Mayiza, cofundada por Ismael Zambada García, El Mayo, es considerada por Estados Unidos como una pieza central en la crisis de opioides que afecta a su país.

La designación como organización terrorista no es un mero formalismo. Bajo la política America First, esta etiqueta permite desplegar herramientas de inteligencia y sanciones económicas inicialmente reservadas para grupos como ISIS o Al-Qaeda. Esto transforma por completo la naturaleza de la cacería: ya no se persigue a un narcotraficante, sino a un enemigo de la seguridad nacional estadounidense.

La pregunta que queda flotando en el aire es tan crucial como inquietante: si las propias fuerzas de seguridad locales son utilizadas para proteger a sus operativos, ¿qué tan profunda es realmente la red de corrupción que permite a Los Rusos operar? La recompensa de 5 millones de dólares no solo busca una captura; es un intento por desentrañar una telaraña de poder que parece haber infectado las estructuras del Estado mismo.

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