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Internacional

La tierra devora vidas en Sudán mientras la ayuda se atasca en el barro

La tierra se traga una aldea entera mientras el mundo observa, paralizado, en medio de una guerra olvidada.

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En un espectáculo de ineptitud cósmica, los dioses de la geología y la política han colaborado para ofrecer su más reciente obra de teatro absurdo en las montañas de Darfur. Mientras la tierra, hastiada de tanta miseria humana, decidió tragarse literalmente el escenario del drama, unos cien cuerpos han sido recuperados por unos valientes rescatistas que, armados con poco más que esperanza y palas, se enfrentan a una catástrofe de proporciones bíblicas.

Foto:Agencia AP.

Mohamed Abdel Rahman al Nair, un portavoz cuyo nombre es casi tan largo como la lista de víctimas, pronostica con macabra precisión que el número final de fallecidos podría ascender a un millar. La ONU, esa gran máquina burocrática de la compasión medida, balbucea entre “300 y 1.000” almas, incapaz de decidir si la tragedia es grande, enorme o apocalíptica, como si el rango numérico pudiera amortiguar el horror.

Mientras tanto, en su trono vaticano, el papa León XIV ha emitido las palabras de rigor, hablando de “dolor y desesperación” con la misma eficacia con que un suspiro apaga un incendio forestal. Su llamado a un “diálogo serio, sincero e inclusivo” resuena en los oídos de los sepultados bajo el lodo, para quienes el diálogo es tan útil como un paraguas en un tsunami.

La comunidad de ayuda humanitaria, ese ejército de bienintencionados que libra batallas contra molinos de viento reales, se declara “impotente”. Plan International y la ONU planean un desfile burocrático hacia la zona en los “próximos días”, un plazo que en la lengua de los burócratas significa “tal vez nunca”, pues las fuertes lluvias han convertido las carreteras en ríos de fango, una metáfora demasiado perfecta de la situación política.

Esta no es la primera vez que las Montañas Marrah, ese patrimonio mundial de la humanidad, escupe su disgusto por la estupidez humana; ya en 2018 hubo un aviso menor, un ensayo general para esta función final. Pero la verdadera tragedia, el deslizamiento perpetuo, es la guerra civil que comenzó en abril de 2023, cuando dos facciones de señores de la guerra decidieron que sus egos valían más que millones de vidas.

El resultado: decenas de miles de muertos, atrocidades investigadas por una Corte Penal Internacional que emite informes como quien lanza botellas al mar, y la mayor crisis humanitaria del mundo, un título macabro en un planeta lleno de competidores. La hambruna y el cólera completan el cuadro, como si la plaga bíblica fuera un checklist y Sudán hubiera alcanzado el bingo del sufrimiento.

En este gran teatro del absurdo, la tierra se desploma, los discursos vuelan y la ayuda se atasca. Las víctimas, como siempre, se quedan sin nada, atrapadas entre el lodo y la retórica.

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