La tragicomedia burocrática donde los empleados son moneda de cambio

La Galería Nacional del Arte en Washington exhibe su más reciente instalación conceptual: “Democracia Vacía”, con un cartel que anuncia su clausura por decisión gubernamental.

WASHINGTON.- En el majestuoso teatro de lo absurdo que es la capital federal, cientos de miles de siervos burocráticos contemplan cómo su existencia se desvanece entre los ecos de una disputa entre titanes. Mientras los dioses del Olimpo político se enzarzan en una batalla épica por principios incomprensibles para el común de los mortales, los funcionarios descubren que su lealtad se paga con suspensiones y cheques fantasma.

El panorama es digno de una tragicomedia shakespeariana: republicanos y demócratas, convencidos de estar protagonizando el discurso del siglo, mantienen el país como rehén en lo que ya se perfila como el tercer acto de este sainete gubernamental. Los trabajadores, esos extras descartables en el gran espectáculo del poder, se han convertido en moneda de cambio en un trueque donde todo se negocia excepto su dignidad.

“Tuve la fortuna de pagar el alquiler este mes. Las demás facturas se convertirán en papeles decorativos para mi apartamento. Es mi pequeño homenaje al arte abstracto”, declaró con ironía sublime Peter Farruggia, ciudadano suspendido en el limbo presupuestario.

Para los veteranos de estas crisis institucionales, incluido el memorable cierre durante el primer mandato trumpiano, esta nueva edición supera todas las expectativas. La administración republicana ha perfeccionado el arte de la presión burocrática: han transformado los puestos de trabajo en fichas de póker en una mesa donde solo juegan los grandes capos.

El gran purga administrativa: cuando la eficiencia se mide en despidos

Farruggia, líder de la Federación Estadounidense de Empleados Gubernamentales, personifica esta paradoja moderna: mientras defiende a los trabajadores de los Centros para el Control de Enfermedades, su propia agencia sufre una sangría laboral que haría palidecer a cualquier epidemia. Los 8.000 funcionarios suspendidos constituyen el ejército fantasma de una guerra donde la estrategia consiste en sacrificar a los propios soldados.

El pago parcial recibido el viernes pasado se ha convertido en el último suspiro financiero antes del naufragio definitivo. En el nuevo manual de gestión pública, la palabra “estabilidad” ha sido reemplazada por “incertidumbre crónica”, y el concepto de “servicio civil” parece haberse transformado en “servidumbre voluntaria”.

Mientras las instituciones culturales cierran sus puertas con carteles elegantes, los funcionarios aprenden que en el gran teatro de la democracia moderna, el espectáculo debe continuar, aunque los actores mueran de hambre entre bastidores.

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