En un movimiento que redefine el tablero geopolítico, los Estados miembro de la Unión Europea han activado un mecanismo de presión sin precedentes, reactivando un extenso paquete de sanciones contra la República Islámica de Irán. Esta decisión histórica, alineada con la postura del grupo E3 —integrado por Alemania, Francia y el Reino Unido—, revoca las concesiones establecidas en el histórico pacto nuclear de 2015, respondiendo a las alegadas transgresiones de Teherán.
Estas medidas coercitivas se implementan en coordinación con las resoluciones de Naciones Unidas, fundamentadas en la falta de cooperación del gobierno iraní con el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y sus presuntas actividades de proliferación nuclear. El arsenal de castigos incluye desde medidas individuales, como la prohibición de viajar y la congelación de activos, hasta sanciones económicas y comerciales de gran alcance contra la nación persa.
Como parte fundamental de esta ofensiva diplomática, la UE reinstaura la prohibición de exportar armamento y cualquier tecnología dual que pueda potenciar las capacidades de enriquecimiento de uranio o los programas de misiles balísticos.
De forma paralela, el bloque comunitario restablece un severo veto a la importación y transporte de petróleo crudo, gas natural, productos petroquímicos y sus derivados, una jugada estratégica que impacta directamente en el flujo de capitales y la estabilidad económica iraní.
Este paquete restrictivo también establece sanciones dirigidas a los servicios vinculados con la comercialización de equipos clave para el sector energético, la transacción de oro, metales preciosos y diamantes, así como determinados equipos navales y programas informáticos.
En el ámbito financiero, los Veintisiete reinstauran la congelación de activos del Banco Central de Irán y de las principales entidades de la banca comercial iraní. En el sector del transporte, se reactiva la prohibición de que los aviones de carga iraníes operen en aeropuertos europeos o realicen escalas técnicas para su mantenimiento.
Teherán mantiene su postura oficial, defendiendo que su industria nuclear tiene únicamente fines pacíficos. Sin embargo, ha reducido progresivamente su colaboración con el OIEA como respuesta a la reinstauración escalonada de las sanciones, un escenario que se ha visto agravado este año por la escalada de tensiones diplomáticas tras los bombardeos israelíes y estadounidenses.
A pesar de la reactivación de las sanciones, la UE sostiene que la reimposición de estos castigos a Irán “no debe significar el fin de la diplomacia nuclear” y ha extendido una invitación para alcanzar “una solución negociada” que resuelva el conflicto en torno al acuerdo nuclear.
La UE ejecuta esta decisión tras la activación del mecanismo conocido como ‘snapback’, mediante el cual los miembros europeos del acuerdo nuclear establecieron un plazo de 30 días para la recuperación de las sanciones contra Irán, después de constatar incumplimientos y mantener intensas gestiones diplomáticas.