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Internacional

Los demócratas descubren que jugar limpio tiene un precio

Los demócratas enfrentan un dilema ético mientras los republicanos redibujan el mapa electoral a su favor.

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Una mujer sostiene un letrero en una marcha de protesta contra las audiencias de redistribución de distritos en el Capitolio de Texas, el jueves 24 de julio de 2025, en Austin, Texas.

En un giro irónico digno de una tragicomedia shakespeariana, los demócratas estadounidenses han descubierto que la virtud puede ser un lujo que solo los republicanos pueden permitirse ignorar. Mientras el Partido Republicano, con la sutileza de un elefante en una cacharrería, redibuja los distritos electorales para asegurar su hegemonía, los demócratas se debaten entre mantener su santurronería institucional o mancharse las manos con el barro de la politiquería.

Las comisiones independientes de redistribución, ese experimento demócrata para demostrar que la política puede ser limpia y justa, se han convertido en su propia jaula de oro. Mientras tanto, los republicanos, armados con lápices rojos y una ética flexible, transforman el mapa electoral de Texas en un grotesco gerrymandering que haría sonrojar a los más cínicos politólogos del siglo XIX.

El gobernador de Wisconsin, Tony Evers, comparó la situación con tener “una pistola apuntando a la cabeza”. Lo que no mencionó es que los demócratas se colocaron voluntariamente en la línea de fuego al desarmarse primero, como si esperaran que sus oponentes siguieran las reglas de un juego que nunca firmaron.

Mientras tanto, en California, el gobernador Gavin Newsom parece haber descubierto que la hipocresía es el tributo que el vicio paga a la virtud. El mismo estado que se jactó de su sistema imparcial ahora considera redibujar distritos “por el bien de la democracia”, demostrando que cuando se trata de poder, los principios son negociables.

La izquierda descubre que la política no es un juego de canicas

En Washington, el Partido Demócrata ofrece un espectáculo patético de división y contradicción. Mientras algunos claman por represalias, otros insisten en redoblar su apuesta por la pureza procesal, como monjes medievales flagelándose por los pecados de sus enemigos.

El senador Chris Murphy declaró que “nunca deberíamos disculparnos por hacer lo correcto”, frase que resonó hueca en los pasillos del Capitolio, donde los republicanos se frotan las manos ante la perspectiva de cinco nuevos escaños regalados por el arte del gerrymandering creativo.

La lección es clara: en la jungla política, los ideales son como flores delicadas que solo sobreviven si alguien está dispuesto a ensuciarse las manos para protegerlas. Los demócratas, atrapados entre su moral superior y la cruda realidad del poder, parecen haber olvidado la primera regla de la política: si juegas al ajedrez con palomas, no importa qué tan bien juegues, terminarán defecando sobre el tablero y pavoneándose como si hubieran ganado.

Con información de Associated Press (aunque dudo que ellos lo hubieran puesto así de crudo)

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