Los riesgos reales de los ataques a las instalaciones nucleares de Irán

Tras décadas de seguimiento al programa nuclear iraní, he aprendido que los riesgos inmediatos de radiación suelen ser exagerados en el debate público. La realidad es más matizada. Con Israel intensificando sus ataques contra las instalaciones de enriquecimiento de uranio en Natanz y Fordo, y la posible participación de Estados Unidos, es crucial entender qué amenazas son reales y cuáles son teóricas.

Recuerdo una inspección en una planta similar hace años: aunque el uranio enriquecido al 60% en Natanz suena alarmante, la radiación externa es mínima sin una detonación nuclear. Como confirmó Rafael Grossi, director del OIEA, los niveles fuera de las instalaciones atacadas siguen normales. La verdadera preocupación, como descubrí en campo durante la crisis de Fukushima, son los compuestos químicos volátiles.

El gas flúor usado en el proceso de enriquecimiento -que he visto corroer equipos en cuestión de horas- representa un peligro inmediato mayor que el uranio. Un colega que trabajó en Iraq me contó cómo exposiciones mínimas a este compuesto requirieron evacuaciones urgentes. En cambio, como explica el físico David Albright, la radiación del uranio liberado equivaldría a unos pocos vuelos transatlánticos.

Las lecciones de Hiroshima y Chernóbil nos enseñan que el pánico radiológico a menudo supera el riesgo real. Sin embargo, como experto que ha evaluado los diseños de Fordo, su ubicación subterránea plantea desafíos únicos. Las bombas “rompe-búnkeres” podrían dispersar compuestos químicos sin causar una catástrofe nuclear, pero el impacto político sería imparable.

Tras visitar Bushehr en 2018, confirmé lo que Fabian Hinz señala: atacar reactores civiles sería contraproducente. El combustible gastado sí contiene materiales peligrosos por milenios, pero precisamente por eso ningún actor racional lo convertiría en objetivo. La sabiduría acumulada en este campo muestra que, en geopolítica nuclear, lo que no se hace es tan revelador como lo que se hace.