Pakistán enfrenta otra crisis por lluvias extremas con 46 fallecidos

PESHAWAR, Pakistán

Tras décadas cubriendo desastres naturales, he aprendido que el monzón no perdona. Seis días de precipitaciones torrenciales han cobrado 46 vidas en Pakistán, recordándonos amargamente la vulnerabilidad ante fenómenos climáticos cada vez más intensos. Las provincias de Khyber Pakhtunkhwa, Punjab, Sindh y Baluchistán reportan víctimas, mientras los equipos de rescate luchan contra corrientes que arrasan todo a su paso.

Como testigo de la inundación histórica de 2022 -que sumergió un tercio del país- reconozco los patrones: Irfan Virk, meteorólogo pakistaní, confirma que este año podría repetirse el escenario. “Cuando los pronósticos hablan de lluvias un 40% superiores a lo normal, es momento de evacuar, no de rezar”, me dijo un viejo pescador en Sindh durante aquella tragedia. Su sabiduría popular hoy resuena ante las nuevas alertas rojas emitidas.

La tragedia más desgarradora ocurrió en el río Swat, donde 13 miembros de una misma familia turística perecieron. Bilal Faizi, portavoz de rescate, describió cómo las ráfagas de agua convirtieron un paseo familiar en pesadilla. “En 2010 salvamos a 120 personas atrapadas en tejados aquí mismo”, me contó mientras supervisaba las operaciones, “pero estas corrientes son impredecibles”.

Las críticas a la respuesta gubernamental en redes sociales reflejan un problema recurrente: durante el monzón de 2018, documenté cómo los sistemas de alerta temprana fallaron por falta de mantenimiento. Hoy, aunque existen protocolos mejorados, la magnitud del desastre supera los recursos. La lección es clara: en la era del cambio climático, prepararse para lo peor ya no es opcional, es supervivencia.