Peregrinos desafían el infierno terrenal en el Haj mientras Arabia Saudí gasta billones

En un espectáculo que mezcla devoción con termómetros explotando, más de 1.5 millones de mártires voluntarios —perdón, “peregrinos”— han desembarcado en el paraíso climático de Arabia Saudí, donde las piedras se derriten pero la fe permanece sólida como el hormigón de los rascacielos de Riad. Las autoridades, demostrando su proverbial modestia, han confirmado que este año superarán su récord de convertir el desierto en una sauna humana, todo en nombre de uno de los cinco “pilares” del islam (los otros cuatro siendo: discreción al gastar petrodólares, humildad arquitectónica, igualdad de género en los volantes y moderación climática).

El portavoz gubernamental Ghassan Al-Nuwaimi, cuyo trabajo consiste en contar ovejas celestiales sin revelar cuántas son locales (¿será que los saudíes prefieren el aire acondicionado?), explicó que caminar 20 km bajo 40°C cargando abuelos es el nuevo “retiro espiritual” de moda. Mientras, en el Monte Arafat —colina sagrada donde Mahoma dio su último discurso antes de que existieran los hilos de Twitter— los fieles practican el ancestral ritual de “asarse vivo para alcanzar la iluminación”.

El ministro de Salud, en un alarde de creatividad ecológica, anunció la revolucionaria estrategia de “plantar árboles” (¡10.000! suficientes para dar sombra a tres camellos y medio) junto al triplicar paramédicos, porque nada dice “prevención” como esperar que la gente se desmaye en masa. Mientras tanto, los peregrinos, en un acto de fe inquebrantable, confían en que entre el calor infernal, las aglomeraciones bíblicas y el riesgo de ser pisoteados por alguien en busca de guijarros sagrados, encontrarán el perdón divino… o al menos un botiquín.

Arabia Saudí, siempre pionera en gestionar lo ingobernable, ha invertido billones en hacer que esta caminata masiva parezca menos el apocalipsis y más un parque temático religioso, aunque por ahora la estrella principal sigue siendo el sol, ese astro que no entiende de peregrinaciones pero sí de insolaciones épicas.