Una Jornada de Tensión y Heridas que Recuerda la Fragilidad del Orden Público
En mi larga trayectoria observando la conflictividad social, he aprendido que una manifestación puede virar de la protesta pacífica al caos en cuestión de minutos. Este viernes, esa lección se hizo dolorosamente palpable cuando al menos cuatro agentes del Escuadrón Móvil Antidisturbios resultaron lesionados con flechas y otros proyectiles durante una concentración de sectores sociales en los aledaños de la sede diplomática de Estados Unidos en Bogotá, según confirmó el alcalde capitalino.
El alcalde Carlos Fernando Galán, a través de la red social X, fue contundente: “Unos delincuentes, algunos encapuchados, atacaron a la embajada con artefactos incendiarios, explosivos y flechas”. Relató que, ante esta escalada, dio la orden de intervención a la fuerza pública. He visto cómo la capucha suele ser el preludio de la impunidad y la violencia desmedida.
Las Heridas: Un Testimonio Gráfico de la Confrontación
Galán detalló que los cuatro uniformados sufrieron heridas en zonas críticas como el rostro, las piernas y los brazos. La crudeza del incidente quedó evidenciada por el propio Ministro de Defensa, Pedro Sánchez, quien difundió material audiovisual donde se observa a uno de los efectivos con una flecha literalmente clavada en su brazo. “Esto no es manifestación. Es intento de homicidio”, declaró el ministro, una afirmación que, desde mi experiencia, marca la delgada y peligrosa línea que separa la disidencia legítima de la agresión criminal.
Los Manifestantes: Un Movimiento con Demandas y Métodos Ancestrales
La movilización fue convocada por el Congreso de los Pueblos, un movimiento social de carácter nacional que surgió en 2010 y que articula a organizaciones indígenas, afrodescendientes, juveniles y campesinas. Este conglomerado mantiene desde el martes una serie de protestas y actos simbólicos con un pliego de peticiones amplio que incluye exigencias de infraestructura, planeación urbana, seguridad en los territorios y acceso a la tierra.
En un comunicado en la plataforma X, el Congreso de los Pueblos ofreció una versión diametralmente opuesta, calificando su protesta como “beligerantemente pacífica” y acusando a la policía de atacarla. Expresaron que su objetivo era rechazar lo que denominan el “genocidio” por las acciones bélicas de Israel en la Franja de Gaza y el despliegue militar estadounidense en aguas del Caribe. Respecto a las flechas, argumentaron: “Las comunidades indígenas que han salido con nosotros a esta movilización nacional portan sus arcos y sus flechas ancestrales como mecanismos de defensa”. He sido testigo de cómo los símbolos de resistencia cultural pueden, en un contexto de confrontación, transformarse en instrumentos de conflicto.
Las Repercusiones Políticas y un Cambio en la Cúpula Policial
El presidente de la República, Gustavo Petro, manifestó que había ordenado brindar “máximo cuidado” a la legación diplomática estadounidense y lamentó que las movilizaciones se tornaran violentas, especialmente después de que su gobierno alcanzara un acuerdo con el Congreso de los Pueblos para levantar los bloqueos que mantenían. “Un grupo más radical ha agredido a la policía que cuida la embajada con varios jóvenes heridos con flechas”, señaló el mandatario.
La jornada de protestas, que incluyó marchas en las calles de Bogotá y el bloqueo de peajes y vías nacionales como la Panamericana, tuvo una consecuencia institucional inmediata y de alto nivel. Horas después de los incidentes, en una alocución presidencial, Petro anunció el relevo del director de la Policía Nacional, el mayor general Carlos Fernando Triana. El presidente alegó “fallas en su gestión”, citando como ejemplo un ataque previo a un helicóptero en el que perdieron la vida doce policías durante operativos de erradicación de cultivos ilícitos. Además, Petro señaló discrepancias en las cifras de homicidios reportadas por la policía en comparación con las del Instituto de Medicina Legal. He visto a lo largo de los años que los cambios al mando policial en medio de crisis suelen ser una respuesta política destinada a recuperar control y credibilidad, aunque rara vez solucionan los problemas de fondo de la noche a la mañana.