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Internacional

Robert Prevost, de misionero en Perú a convertirse en el primer papa estadounidense

Un pontífice que desafía estereotipos: la historia oculta detrás del primer papa nacido en EE.UU.

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CIUDAD DEL VATICANO.— La elección de Robert Prevost como papa León XIV no solo rompió barreras geopolíticas al convertirse en el primer pontífice nacido en Estados Unidos, sino que reveló una trayectoria oculta marcada por el servicio humilde y la conexión con los más necesitados. ¿Qué llevó a los cardenales a elegir a un hombre que, lejos de los reflectores vaticanos, pasó años caminando entre el lodo de las zonas más pobres de Perú?

Documentos internos y testimonios exclusivos obtenidos por este medio detallan cómo Prevost, antes de ascender al solio pontificio, lideró misiones críticas durante emergencias. En 2021, cuando la pandemia de COVID-19 asfixiaba a Perú, su gestión logró adquirir dos plantas de oxígeno vitales para salvar vidas. “No se limitó a firmar órdenes; revisaba personalmente cada camioneta que transportaba los tanques”, reveló Janinna Sesa, excolaboradora de Cáritas.

Pero su elección no estuvo exenta de controversia. Fuentes cercanas al cónclave confirmaron que algunos cardenales cuestionaron el riesgo de que un papa estadounidense reforzara percepciones de hegemonía global. Sin embargo, su doble ciudadanía peruana y su labor en América Latina —donde supervisó reformas clave bajo el mandato de Francisco— inclinaron la balanza. “Era el candidato que unía dos mundos”, admitió un alto funcionario vaticano bajo condición de anonimato.

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Su estilo contrasta con la pompa tradicional. Durante la visita de Francisco a Perú en 2018, Prevost durmió en el suelo junto a feligreses en una vigilia, un gesto que el fraile agustino Alexander Lam describe como “su sello: la Iglesia con olor a oveja”. Este acercamiento lo consolidó como figura clave en la lucha por la justicia social, incluso impulsando que mujeres votaran en la selección de obispos, un cambio revolucionario.

Ahora, como León XIV, enfrenta un desafío mayor: sanar las divisiones en la Iglesia estadounidense, fracturada entre conservadores y progresistas. Analistas como Natalia Imperatori-Lee ven en su elección “un mensaje claro: el futuro del catolicismo está en las periferias, no en los palacios”.

Mientras las campanas de Lima repican, una pregunta persiste: ¿Podrá este “Santo del Norte”, como lo llamaban en Perú, transformar desde el trono de Pedro una institución milenaria?

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Los obispos de Perú le decían el Santo del Norte

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