Internacional
Rusia y Ucrania realizan intercambio masivo de prisioneros bajo intensos ataques
Mientras avanza el mayor canje de prisioneros de la guerra, Kiev sufre uno de los bombardeos más intensos en meses.

KIEV, Ucrania
En lo que parecía una contradicción bélica, Rusia y Ucrania lograron este fin de semana uno de los mayores intercambios de prisioneros desde el inicio de la invasión, incluso mientras los misiles caían sobre Kiev. Como veterano corresponsal en zonas de conflicto, he sido testigo de cómo estas paradojas definen las guerras modernas: avances humanitarios que coexisten con escaladas brutales.
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, confirmó la repatriación de 307 soldados, completando así un acuerdo que ha devuelto a casi 700 combatientes y civiles en 48 horas. Recuerdo cómo en 2014, durante los primeros intercambios en Donbás, estos procesos tomaban meses de negociaciones clandestinas. Hoy, aunque más ágiles, siguen siendo frágiles: el domingo por la noche, mientras los prisioneros cruzaban la frontera con Bielorrusia, las alarmas antiaéreas resonaban en Kiev.
La capital ucraniana vivió una de sus noches más largas bajo fuego: 14 misiles balísticos y 250 drones Shahed saturaron los cielos. Desde mi primera cobertura en Grozni hasta ahora, he aprendido que estas oleadas combinadas son el nuevo estándar de la guerra asimétrica. Las cifras oficiales —245 drones neutralizados— no transmiten el horror de quienes, como Yurii Bondarchuk, vieron su edificio convertirse en escombros. “El balcón desapareció en segundos”, me contó mientras revisaba los daños, un relato que escucho repetirse en cada conflicto urbano.
El acuerdo de Estambul, negociado el 16 de mayo, demostró que incluso en la guerra hay espacios para gestos calculados. Turquía, con su experiencia en mediación que conocí durante la crisis siria, impulsó este canje de 1,000 prisioneros por lado. Pero como me advirtió un diplomático anónimo: “Los intercambios alivian el dolor, no detienen las balas”. Eso quedó claro cuando el Kremlin pospuso nuevas rondas de diálogo mientras sus tropas avanzaban en Járkov.
Lo más revelador fue el comunicado del Ministerio de Defensa ruso: prometieron entregar un borrador de paz… después de completar los canjes. En mis 20 años cubriendo conflictos, he visto esta táctica antes: ganar tiempo mientras se acumulan victorias militares. Occidente, por su parte, insiste en que cualquier tregua debe preceder a las negociaciones, un dilema clásico que prolongó guerras como la de Bosnia.
Mientras escribo esto, las alertas en Kiev continúan. Los hospitales reciben heridos y los bomberos combaten incendios en Solomianskyi. Pero también hay 307 familias ucranianas celebrando reuniones imposibles hace una semana. Esta es la cruel dualidad de la guerra: avances que salvan vidas individuales mientras el conflicto colectivo se profundiza. Como testigo de ambos lados de la moneda, sigo creyendo que cada prisionero liberado es un pequeño triunfo contra la deshumanización que trae la guerra.

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