La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha reiterado la postura oficial del país ante la creciente tensión entre Estados Unidos y Venezuela, marcando una clara distancia de la presión ejercida por la administración de Donald Trump sobre el gobierno de Nicolás Maduro. Durante su conferencia matutina de este martes, la mandataria señaló que no ha recibido la carta que el líder venezolano afirmó haber enviado a los jefes de Estado de América Latina, el Caribe y las Naciones Unidas. En dicha comunicación, Maduro alertaba sobre lo que califica como una escalada de agresiones de extrema gravedad por parte de Washington y convocaba a una posición regional más firme.
Al ser cuestionada específicamente sobre la posición de México respecto al llamado de Caracas, Sheinbaum se aferró a los principios fundacionales de la política exterior mexicana. “Nuestra política exterior es de no intervención, no injerencia, solución pacífica de los conflictos; esa siempre ha sido nuestra posición y la vamos a defender”, afirmó. Esta declaración no es una novedad, sino la reafirmación de una doctrina histórica que ha servido como columna vertebral de la diplomacia mexicana durante décadas, incluso en escenarios internacionales complejos.
Sin embargo, la presidenta adelantó que la postura mexicana se expondrá de manera formal y detallada en el foro correspondiente. El embajador de México ante la Organización de las Naciones Unidas, Héctor Vasconcelos, será el encargado de fijar la posición del país durante una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU convocada para este mismo martes en Nueva York. “Va a haber una reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; nuestro embajador, Héctor Vasconcelos, tendrá una participación muy firme de lo que piensa México”, zanjó Sheinbaum, trasladando la discusión concreta al ámbito multilateral.
El contexto de esta intervención diplomática es la denuncia venezolana de que las acciones de la administración Trump, que incluyen un despliegue militar en el Caribe y un bloqueo económico, amenazan con desestabilizar a toda la región y al sistema internacional. Maduro ha instado a los gobiernos del mundo a condenar lo que describe como actos de agresión, piratería y ejecuciones extrajudiciales, exigiendo el cese inmediato de todas las operaciones.
La controversia se enmarca, además, en los recientes anuncios de Trump sobre una expansión masiva de la fuerza naval estadounidense, que incluye la construcción de 25 nuevos buques de guerra que llevarían su nombre. Frente a este punto, Sheinbaum optó por una respuesta genérica pero ideológicamente alineada con su discurso, evitando un comentario directo sobre la política de defensa de Estados Unidos. “Siempre voy a defender la paz”, declaró, para luego redirigir la conversación hacia una crítica de fondo al gasto militar global.
En este sentido, recordó la postura que ya había manifestado en la Cumbre del G20 en Río de Janeiro en 2024, donde abogó por redirigir los recursos de la industria armamentista hacia programas sociales. “Si el 1% que se destina al armamentismo en el mundo se dedicara a un programa como Sembrando Vida, tendríamos más de seis millones de sembradores en el mundo”, argumentó. Esta reflexión, más allá de la coyuntura bilateral, apunta al núcleo de su visión de política exterior: una priorización del desarrollo humano y la cooperación sobre la confrontación y el gasto en defensa.
El análisis de esta posición revela un cálculo estratégico meticuloso. Por un lado, México se mantiene fiel a su tradición diplomática, evitando alienar a ningún actor de manera explícita y reservando su postura específica para el foro de la ONU, donde el lenguaje puede ser más técnico y medido. Por otro, la referencia al gasto militar y a programas sociales como Sembrando Vida permite a Sheinbaum proyectar un liderazgo ideológico y moral, posicionando a México como una voz a favor de la paz y la redistribución de recursos a nivel global, sin necesidad de nombrar o confrontar directamente a Estados Unidos o a Venezuela en el discurso público doméstico. Esta dualidad entre principio y pragmatismo define el delicado equilibrio que la diplomacia mexicana busca mantener en un escenario regional cada vez más polarizado.












