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Internacional

Trump abandona a Jackson y adopta a McKinley como nuevo referente

El giro estratégico en la admiración presidencial revela una nueva doctrina económica y un cambio de rumbo en la política global.

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El viraje ideológico de un mandatario en la era de la geoeconomía

WASHINGTON, D.C.—La evolución en las preferencias históricas del expresidente Donald Trump marca una reconfiguración estratégica de su enfoque gubernamental. Mientras en su primera administración exaltaba la figura disruptiva de Andrew Jackson —el populista autodidacta que desafió el establishment—, ahora pivota hacia William McKinley, arquitecto del expansionismo económico estadounidense y defensor de políticas arancelarias agresivas.

El presidente William McKinley (izquierda) y su gabinete durante una sesión estratégica en la Casa Blanca, 1898.

Este tránsito de figuras presidenciales no es meramente anecdótico. Revela una metamorfosis en la mentalidad y prioridades del liderazgo trumpista: del anti-elitismo jacksoniano a la geoeconomía mckinleyana, donde los aranceles se convierten en instrumentos de poder geopolítico.

“Si los aranceles son tu estrategia, Jackson ya no es tu referencia. Buscas a alguien cuyo nombre esté ligado a esa política”, señala H.W. Brands, historiador de la Universidad de Texas.

La administración actual justifica este giro como una evolución táctica, no ideológica. Kush Desai, portavoz oficial, declaró: “El presidente utiliza todos los recursos del poder ejecutivo para beneficiar al pueblo estadounidense, incluyendo la agenda arancelaria de McKinley”.

Trump con retrato de Jackson

El retrato de Andrew Jackson preside el Despacho Oval durante la juramentación de Robert Wilkie como secretario de Asuntos de Veteranos.

La nueva arquitectura económica trumpista

El equipo actual de Trump —compuesto mayormente por veteranos del sector financiero— opera bajo una lógica distinta a la de 2017: ya no busca desmantelar el sistema desde sus cimientos, sino reprogramarlo mediante instrumentos de coerción económica. El enfoque ahora se dirige hacia actores globales y “globalistas” promotores del libre comercio, utilizando aranceles como palanca para renegociar el orden económico internacional.

Este revisionismo histórico no carece de ironía: los aranceles de la Era McKinley —símbolos de la Edad Dorada— generaron simultáneamente prosperidad federal y una profundización de la desigualdad social. Trump, sin embargo, mitifica su poder transformador, construyendo una narrativa donde los impuestos a las importaciones son el motor del renacimiento industrial estadounidense.

Eric Rauchway, historiador de UC Davis, lo define como “un cambio de ecosistema ideológico”. Daniel Feller, editor de “The Papers of Andrew Jackson”, añade: “La relación de Trump con la historia es puramente transaccional: busca precedentes que validen corazonadas preexistentes”.

Lo que emerge es un manual de juego para la política del siglo XXI: donde los símbolos históricos se movilizan como armas retóricas, las políticas económicas se weaponizan y la historia se convierte en un arsenal de justificaciones para la acción inmediata.

Trump abandona a Jackson y adopta...

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