Una Jugada Estratégica en Tiempos de Crisis
En mi larga trayectoria observando la política fiscal, he sido testigo de cómo las crisis pueden redefinir el equilibrio de poder. Lo que estamos presenciando ahora con el presidente Donald Trump y el cierre del gobierno es un caso de estudio en la aplicación de presión política máxima. No es solo una disputa presupuestaria; es un movimiento calculado para remodelar la administración pública.
La reunión del jueves entre Trump y el director de presupuesto, Russ Vought, para deliberar sobre recortes de gastos “temporales o permanentes” recuerda a lecciones pasadas: cuando el gobierno se paraliza, la narrativa se convierte en el campo de batalla principal. Trump, en un giro táctico, anunció en sus redes sociales que determinarían “cuáles de las muchas agencias demócratas” serían eliminadas, una frase que he aprendido sirve tanto para movilizar a la base como para intimidar a la oposición.
Su declaración de que los demócratas le habían dado una “oportunidad sin precedentes” para “HACER GRANDE A ESTADOS UNIDOS OTRA VEZ” es más que un eslogan. En la práctica, significa una aceptación tácita pero explícita del Proyecto 2025, esa ambiciosa hoja de ruta de la Fundación Heritage que busca reorientar por completo la maquinaria estatal. Los demócratas, con razón, han utilizado este plan como advertencia constante.
La Aplicación Práctica de la Presión Presupuestaria
La experiencia me ha enseñado que las estrategias más efectivas son las que se ejecutan silenciosamente. El miércoles, Vought demostró precisamente esto. La retención de 18.000 millones de dólares para proyectos claves en Nueva York—el túnel ferroviario del río Hudson y la línea de metro de la Segunda Avenida—no es casual. Es un golpe directo a figuras demócratas clave como Chuck Schumer y Hakeem Jeffries. La cancelación paralela de 8.000 millones en proyectos de energía verde en estados con senadores demócratas confirma un patrón: castigar políticamente donde duele.
El cambio de protocolo, de simples suspensiones a despidos masivos de trabajadores federales, es una escalada significativa. Como señaló la secretaria de prensa Karoline Leavitt, estos despidos son “inminentes”. He visto cómo esta táctica crea un punto de no retorno, forzando a los legisladores a elegir entre principios y consecuencias inmediatas para sus electores.
El Arquitecto en la Sombra
Vought ha emergido como el operativo clave en esta estrategia. Su promesa de despidos de empleados gubernamentales es tanto una demostración de fuerza como una apuesta arriesgada, dado el malestar económico existente. El objetivo estratégico es claro: incrementar la presión sobre los demócratas hasta que agencias dedicadas a la protección del medio ambiente, la equidad racial y la lucha contra la pobreza queden en la cuerda floja.
Pero el movimiento más sofisticado, que he visto emplear con éxito en contadas ocasiones, es el uso de la “rescisión de bolsillo“. Esta herramienta, que permite devolver dinero no gastado justo antes del fin del año fiscal para provocar su caducidad, es un arma presupuestaria de precisión. Cuando Vought la utilizó para bloquear 4.900 millones en ayuda exterior, fue un ensayo general. Un excolega suyo sugiere que las futuras rescisiones parciales podrían ser veinte veces mayores, lo que cambiaría fundamentalmente el panorama del gasto federal.
Reflexión Final desde la Experiencia
El segundo día de este cierre ya muestra un tono elevado. Esta estrategia agresiva es exactamente lo que muchos legisladores y observadores del presupuesto temían: que el Congreso, al no cumplir con su deber de financiar al gobierno, cediera el control efectivo a la Casa Blanca. La conferencia de Vought con legisladores republicanos sobre los despidos inminentes, y su conexión con el trabajo del Departamento de Eficiencia Gubernamental, no es un evento aislado. Es el capítulo más reciente en un esfuerzo sostenido por redefinir, de manera permanente, el tamaño y el alcance del gobierno federal. En política, como en la vida, las crisis no se desperdician; se aprovechan.