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Internacional

Trump convierte las deportaciones en un circo legal sin salida

La justicia se enfrenta al absurdo migratorio de Trump en un pulso entre legalidad y retórica.

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En un giro digno de un reality show presidencial, el gobierno de Donald Trump ha decidido que las leyes migratorias son meras sugerencias decorativas. La administración, famosa por su creatividad jurídica, ha elevado el arte de “fabricar caos” a niveles estratosféricos, como si se tratara de una temporada particularmente absurda de El Aprendiz, pero con vidas humanas en juego.

La subdirectora del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas, Madison Sheahan, junto con el director interino Todd Lyons, explican cómo convertir el sistema migratorio en un laberinto kafkiano.

Mientras la Corte Suprema recibe otra apelación de emergencia —esta vez para revocar una orden que, ¡oh, escándalo!, permite a los migrantes defenderse—, el juez Brian Murphy ha tenido la osadía de sugerir que “la razón debería prevalecer sobre la retórica”. ¡Qué concepto tan radical! Claro, en el universo paralelo de la Casa Blanca, los jueces son unos revoltosos que se empeñan en estropear la diversión de deportar personas a países que ni siquiera son los suyos.

El gobierno, en un alarde de eficiencia burocrática, ha argumentado que organizar audiencias en Yibuti —sí, ese lugar que nadie en Washington podría señalar en un mapa— es “logísticamente engorroso”. ¡Vaya descubrimiento! Quién hubiera imaginado que tramitar deportaciones en medio del desierto sería más complicado que firmar órdenes ejecutivas entre rondas de golf.

Mientras tanto, los migrantes —etiquetados cínicamente como “criminales peligrosos” por el mero delito de haber nacido en el país equivocado— son tratados como piezas de un ajedrez diplomático. El procurador general D. John Sauer, en un arranque de sinceridad involuntaria, admitió que todo esto es un “retraso” innecesario. Porque, claro, ¿qué es el debido proceso comparado con la urgencia de limpiar el país de indeseables?

Lo más hilarante (si no fuera trágico) es que el gobierno insiste en que estos hombres ya tuvieron “oportunidades” para defenderse. ¡Como si pedir asilo en un sistema diseñado para rechazarte fuera tan fácil como ordenar un combo en McDonald’s! Pero no se preocupen: la administración tiene un plan infalible. Si ningún país los acepta, siempre pueden dejarlos flotando en el limbo jurídico, una solución tan elegante como inhumana.

En resumen, el circo de las deportaciones sigue su curso, con Trump como maestro de ceremonias y los jueces intentando, en vano, recordarle que esto no es un episodio de Black Mirror, sino la vida real. ¿El próximo acto? Probablemente, deportar a alguien a la Luna. Total, ya han agotado todas las opciones terrestres.

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