Trump convierte los caprichos de Silicon Valley en política de inteligencia artificial

WASHINGTON, D.C. — Lo que comenzó como fantasías libertarias en pódcasts financiados por tecno-millonarios ahora se codifica como ley, demostrando que en la democracia estadounidense, el verdadero poder legislativo reside en los sofás de Sand Hill Road. El presidente Trump, en un alarde de originalidad, ha convertido los tuits de sus benefactores en política nacional.

El flamante “Plan de Acción de IA” —redactado entre rondas de golf y sesiones de Truth Social— prioriza:

• Vender algoritmos al mejor postor (¿Rusia? ¿Arabia Saudí? ¡Todo vale!).
• Construir centros de datos con la urgencia de una misión lunar, aunque consuman la energía de un país pequeño.
• Purgar los chatbots de “wokeísmo”, porque nada asusta más a la derecha que un GPT que recuerde la existencia de mujeres o minorías.

La cruzada contra el “sesgo ideológico” (excepto el suyo)

El documento, que parece inspirado en un manifiesto libertario de 3 a.m., exige que las empresas garanticen “objetividad” —léase: adoctrinamiento conservador— so pena de perder contratos públicos. Por suerte, la administración ha aclarado que términos como “cambio climático” o “diversidad” son propaganda marxista que corrompe a los inocentes modelos de lenguaje.

Mientras tanto, el bipartidismo brilla por su ausencia: el evento fue coorganizado por el pódcast All-In, donde cuatro magnates juegan a ser “salvadores de Occidente” entre sorbos de whisky de 1,000 dólares. ¿La meta final? Que las IA del futuro reciten “Fox News” en bucle mientras ignoran realidades incómodas como la desigualdad o… bueno, cualquier cosa que no sea bitcoin.