LONDRES
Mientras el presidente estadounidense Donald Trump recibía honores reales en el Castillo de Windsor, el tejido social británico se manifestaba en las calles, revelando una profunda fractura diplomática que cuestiona el mismo concepto de las relaciones internacionales en el siglo XXI.
Decenas de ciudadanos movilizados transformaron las calles de Windsor en un escenario de disidencia política coreando consignas como “Hey, hey, ho, ho, Donald Trump se tiene que ir” y “Donald Trump no es bienvenido aquí”, demostrando que la diplomacia de palacio ya no puede ignorar la voz de las plazas públicas.
La ciudadana Grace Nathew expresó el sentir de muchos: “No creo que sea correcto que tengamos a Trump para una segunda visita de Estado debido a su retórica divisiva, políticas y acciones hacia las mujeres y las personas de color”.
El grupo de manifestantes desplegó pancartas con mensajes contundentes: “Trump, tu política apesta” y “Vete. Estás contaminando Windsor”, utilizando el espacio público como un lienzo de protesta política.
La tensión escaló cuando la policía confirmó el arresto de cuatro personas el martes por proyectar una imagen de Trump y Jeffrey Epstein en una torre del Castillo de Windsor, un acto de guerrilla comunicacional que recordó la polémica relación del presidente con el financiero acusado de abusar de menores.
En contraste con la protesta callejera, Trump fue recibido protocolariamente por el rey Carlos III en el castillo y disfrutó de un paseo en carruaje tirado por caballos por los terrenos reales mientras las bandas militares interpretaban los himnos nacionales de Estados Unidos y el Reino Unido, seguido de un banquete lujoso programado para la noche.
En Londres, a aproximadamente 32 kilómetros al este de Windsor, cientos de manifestantes iniciaron una concentración masiva para una marcha de protesta coordinada contra la visita presidencial.
La Policía Metropolitana implementó un operativo de seguridad sin precedentes ante la movilización de hasta 50 grupos de protesta que tomarían las calles por la tarde con una marcha hacia el Parlamento británico.
Más de 1.600 oficiales fueron desplegados para garantizar el orden público en las calles, creando un escenario donde la parafernalia diplomática chocaba frontalmente con la efervescencia democrática ciudadana.













